
Por Carmen Peña
Ciudad de México
Agencia/dpa
El nuevo año acaba de comenzar y en México ya se están manifestando. Empezó con grupos reducidos, pero en el transcurso de la semana el descontento fue ganando fuerza. Con bloqueos de carreteras, cacerolazos y protestas, la gente hace oír su reclamo: alto al aumento del precio de la gasolina.
El llamado «gasolinazo», un incremento del 20 por ciento en el precio del combustible anunciado en México poco después de Navidad, entró en vigor el 1 de enero y cayó como un baldazo de agua fría a los mexicanos.
El precio por litro de gasolina de menor calidad subió de 13,98 a 15,99 pesos (unos 0,79 centavos de dólar), el de la premium a 17,79 pesos (0,86 centavos de dólar) y el de diésel a 17,05 pesos (0,83 centavos de dólar), el ajuste más fuerte en muchos años.
¿Pero, a qué se debe? Tanto la Secretaría de Hacienda como el presidente, Enrique Peña Nieto, negaron que el aumento dependa del Gobierno y afirman que es una consecuencia de lo que sucede en los mercados energéticos internacionales.
«El ajuste en el precio de la gasolina no es resultado ni de la reforma energética, ni de la reforma hacendaria, ni se debe tampoco a un incremento en los impuestos», dijo el mandatario tras solidarizarse con el malestar que ha convulsionado el país.
Pese a ello, señaló que la medida, enmarcada en un proceso de liberación y flexibilización del mercado que, a su vez, está comprendido en la reforma energética que emprendió su administración, era necesaria y lo más «responsable» para los intereses del país.
La indignación es mayor entre la población porque una de las promesas de Peña Nieto fue que la reforma, aprobada en diciembre de 2013, bajaría los precios de la gasolina.
La reforma fue una de las banderas enarboladas por Peña Nieto. Abrió los mercados de hidrocarburos y electricidad a la inversión privada tras casi ocho décadas de expropiación petrolera, y acabó con el monopolio de la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), que ahora puede suscribir contratos con particulares.
Sin embargo, las expectativas generadas por la iniciativa han quedado rotas.
La flexibilización del mercado implica que los precios serán establecidos por la oferta y la demanda, por el precio del petróleo, los costos de refinación y otros factores, mientras que antes el precio era fijado por el Gobierno.
El problema estuvo en los tiempos. Cuando se liberalizó el sector petrolero, en 2014, los precios del crudo estaban a la baja. Ahora que empieza la liberación de la gasolina, cuyo precio depende del petróleo, éste tiene una tendencia al alza.
«Si a esto le sumamos también el tipo de cambio, no sé cuándo podrán bajar los precios», dijo a dpa el economista Raymundo Tenorio, respecto a la dramática depreciación del peso mexicano frente al dólar, una tendencia acentuada por la victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos.
El Gobierno defendió la medida, argumentando que mantener los precios bajos habría supuesto incrementar los impuestos y hacer recortes en varios programas sociales. «Es una medida responsable, difícil, que nos hubiera gustado no tener que tomar», dijo el ministro de Hacienda, José Antonio Meade.
Su despacho ha descartado cualquier marcha atrás o modificación en la medida y asegura que se trata de un proceso que se ha hecho de forma gradual desde 2015, cuando se pasó de un modelo de precio único a uno de precio máximo, que permitía variaciones a la baja.
Aunque el precio de la gasolina en México sigue siendo más bajo que en otros países latinoamericanos, argumento en el que las autoridades hacen hincapié, lo cierto es que el impacto en los bolsillos es grande si se tiene en cuenta que los mexicanos destinan hasta un 3,4 por ciento de su ingreso anual en la compra de combustibles.
Con bloqueos, saqueos y más convocatorias a protestas, la administración de Peña Nieto se encuentra en una situación incómoda que podría agravarse con posibles efectos inflacionarios.
Frente a este escenario, las autoridades federales confían en que los precios bajarán, ya sea por un cambio en el mercado internacional o por los «impactos rápidos» que espera Hacienda del proceso de flexibilización y de su capacidad para atraer nuevas inversiones en el sector.
Sin embargo, para Tenorio, el Gobierno está siendo demasiado optimista al respecto. «La inversión extranjera no va a tener un impacto este año, porque se tardarían por lo menos unos nueve meses tan sólo en empezar a sacar combustible», sostuvo.
El experto agregó que, además, la infraestructura y la tecnología que ofrece México para particulares no es especialmente atractiva, pues éstos tendrían que lidiar con problemas como el robo de combustible, que a Pemex le ha generado cuantiosas pérdidas.
«El Gobierno pudo hacer esto de otra forma. Ahora se vienen tiempos difíciles para México», concluyó.
El ajuste en el precio de la gasolina no es resultado ni de la reforma energética, ni de la reforma hacendaria, ni se debe tampoco a un incremento en los impuestos.
Enrique Peña Nieto, presidente mexicano.