Juan Antonio Mazariegos G.
Guatemala constituye la frontera sur de uno de los mercados económicos más grandes del mundo, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), o NAFTA por sus siglas en inglés, agrupa a Canadá, EE. UU. y México en un bloque de libre circulación de productos comerciales en el que viven casi 500 millones de personas con un PIB cercano a los 20 mil billones de dólares.
Las recientes amenazas de proteccionismo tomadas por el presidente electo de EE. UU. Donald Trump en contra de diversas empresas de la industria automotriz mundial con presencia en México, como Ford, Toyota o General Motors, amenazándolas con fijar aranceles extraordinarios por la importación de vehículos a EE. UU. si no realizan inversiones en suelo norteamericano en detrimento de inversiones ya programadas en México, ponen de manifiesto que nos enfrentamos a una renegociación de las reglas comerciales entre los dos países del norte y en donde ambos protegerán sus industrias y sobre todo los puestos de trabajo que estas generan, por encima de cualquier previsión de crecimiento que pudiera favorecer su balanza comercial.
A Trump lo eligieron millones de trabajadores estadounidenses que vieron como su poder adquisitivo disminuía a lo largo de los años a pesar de que la balanza comercial derivada de la firma e implementación de tratados de libre comercio construía riqueza para Estados Unidos. Cómo se perdió ese poder adquisitivo o cuáles fueron las razones que derivaron en ello promete más para un libro que para una simple columna como esta, sin embargo, está claro que el descontento de la clase trabajadora norteamericana existe y que Trump lo supo escuchar.
Se suele decir que cuando a EE. UU. le da un resfriado a Guatemala le da pulmonía, pero no acostumbramos visualizar qué efectos tiene para nuestra economía la salud de nuestro vecino gigante más cercano, México, al que le cayeron chubascos y tormentas adelantadas, aun y cuando Trump ni siquiera ha llegado al poder. Los ecos de los problemas que se avecinan para México se reflejan ya en un peso devaluado más allá de 20 por un dólar y esto crea un enorme problema y presión para la industria guatemalteca pues los productos mexicanos se abaratan y cruzan fronteras y pasos ciegos traídos por el contrabando lesionando fuertemente a nuestras empresas.
México debe buscar otros horizontes o negociar con empeño con el nuevo gobierno norteamericano, China que ahora se ofrece para substituir a EE. UU. como nuevo socio comercial mexicano no tiene ni la capacidad estratégica (es otro banco de mano de obra barata), ni la cercanía geográfica para poder suplir a EE. UU. en ese comercio y lo que termine ocurriendo al norte del Suchiate tendrá consecuencias para Guatemala mucho más allá de lo que hasta ahora llama nuestra atención que es la situación de nuestros migrantes en EE. UU.