Fernando Mollinedo C.

Pasó la Navidad, iniciamos el Año Nuevo. Después de la puesta en escena del supuesto “amor” por la humanidad y nuestros semejantes, principian a caer las caretas de las personas hipócritas que mostraron al público su rostro con “formación moral y espiritual” regalando juguetes, frazadas y una eventual comida rápida en calidad de limosna.

Bueno por quienes recibieron gratis dichas dádivas; pero desagradable fue para el público ver algunos aspirantes a políticos promoviéndose en las redes sociales y en algunos medios escritos, dándose aires de grandeza y –según ellos– magnificándose ante la sociedad como futuros salvadores del país.

No vi en los medios de comunicación, que algún partido político haya publicado mensaje alguno en el que deseara a la población un “feliz y venturoso Año Nuevo”, ni siquiera el partido oficial mucho menos los otros, pues solo toman en cuenta a la población para pedirle su voto; con ello demuestran en lo personal y en lo institucional que son unos hipócritas que ni con esa “manita de gato” podrían volver a mostrar la fortaleza de partido de Estado de la que gozaron con canonjías, prebendas y toda clase de corruptelas.

Rápido se les cayó el circo a los políticos de turno; la mercadotecnia política que usaron en el proceso electoral pasado, ofreció “renovación, limpieza institucional y modernidad del Estado”, como arietes del discurso principal; pero al final, fue confinada a un simple actor de reparto que se desmoronó y dejó al descubierto sus fidelidades con las sempiternas prácticas de los guardianes del poder paralelo de los verdaderos dueños de Guatemala.

Así de contundente y directo, los líderes “morales” de los partidos, derrumbaron su imagen y la del partido que los postuló, pues hasta el momento no hay timón que lidere vientos nuevos por parte de los dirigentes sin militancia política, escogidos al vapor como alternativa de última hora para retomar el control administrativo del Estado.

El coste que habrá de pagar el pueblo que los eligió y quienes no los elegimos será muy alto; la llegada de un par de tecnócratas no es suficiente para barrer y trapear los valores enviados al ostracismo marcados por la corrupción ejercida por algunos de sus “honorables militantes” de los tres organismos del Estado, aún en funciones.

¿Será que la justicia pondrá su mano contra toda esa recua de personas hasta hace un poco más de un año “políticos honorables” con doctorados honoris causa en universidades tipo “Mickey Mouse” alrededor del mundo? ¿Evadirá el halo de corrupción con el que cargan sus líderes morales?

¿Cómo reconstruir Guatemala, si tiene más fisuras que un queso gruyer? ¿De qué manera podremos confiar en los políticos si han dado muestra que son unos hampones, oportunistas y simuladores que solo piensan en cómo exprimir aún más la deteriorada estructura económica del Estado? La realidad guatemalteca es que nos encontramos inmersos en crisis: económica, de gobernabilidad, de corrupción y sobre todo de credibilidad de los gobernantes de los tres organismos del Estado, quienes parece que desean clavarle el último clavo al ataúd de Guatemala.

Artículo anterior“Cáncer en la contratación de carreteras” (III)
Artículo siguienteObligación de efectuar proyección de ingresos por parte de patronos