Adolfo Mazariegos
Hace exactamente un año escribí, en este mismo espacio, una columna a la que titulé “Pequeños ladrillos construyen grandes edificios”, un sencillo texto que hablaba de cómo las pequeñas cosas que hacemos en nuestro diario vivir, pueden lograr la consecución de grandes objetivos a los que muchas veces vemos como inalcanzables, como realizaciones utópicas en las que es mejor ni pensar, o como una suerte de problemática que habremos de enfrentar porque no nos queda de otra…, nada mas lejos de la realidad. Hoy, estando a muy poco tiempo ya de decirle adiós a un año que (imposible negarlo) a un gran número de seres humanos en este país y en otras latitudes del mundo, trajo sinsabores, momentos tristes, injusticias, etc., en distintos ámbitos de la vida, también trajo cosas buenas, alegrías, objetivos alcanzados, logros personales, y, seguramente, otros tantos proyectos que no dudo serán parte del motor que moverá los engranajes de este hermoso y bendito país llamado Guatemala. Por ello, me ha parecido este un momento propicio y oportuno para retomar esa misma idea que a mi juicio no pasa de moda, al contrario, es una idea que pongo nuevamente sobre la mesa a manera de reflexión en torno a todo aquello que hicimos o dejamos de hacer durante el 2016, y por supuesto, también, y cómo no, todo aquello que tendremos que enfrentar durante cada uno de los días del ya cercanísimo 2017. Me parece que al mismo tiempo, este es un buen momento para recordar que, lo que muchas veces es un momento difícil o complicado para una persona o para una sociedad en su conjunto, puede asimismo constituirse en una tremenda oportunidad para hacer todo aquello que se ha quedado a medias; para alcanzar esas metas que muchas veces han tenido que ser postergadas; para luchar por lo que creemos y por empezar a construir ese imponente edificio que siempre se inicia con un primer ladrillo y con una idea. Las cosas pequeñas tienen su valor, y los grandes logros de la vida han visto su génesis justamente en pequeñas ideas, en pequeños pasos que luego se convierten en grandes hazañas fructíferas y satisfactorias. Por eso, y por muchas razones que tal vez podrían ser demasiadas para plasmarlas en una sencilla hoja de papel, mis mejores deseos para Guatemala y para usted; que el 2017 traiga todo aquello que el 2016 ya no tuvo tiempo de traer, y que podamos seguir haciendo esfuerzos y llevando a cabo acciones de esas que engrandecen a un país. Y no está de más recordar que, “pequeños ladrillos, construyen grandes edificios”. ¡Bienvenido el 2017!