Llegamos a las fiestas navideñas del 2016 con un sentimiento de sube y baja en una sociedad que no termina de decidir si condena el sistema corrupto que tanto en el sector público como en el privado se utilizó tan comúnmente o si se decide a ser partícipe del cambio por medio del apoyo a la transformación del sistema de Justicia para que sea ese el gran nivelador social por generar igualdad ante el imperio de la ley.

Pensar que recibiendo “cortesías”, financiamiento oscuro de campañas, generar redes de protección para los familiares más cercanos o volver a mencionar que se es un completo desconocedor es muy dañino, pero ha sido la carta que Jimmy Morales y Jafeth Cabrera han decidido jugar. Veremos si algunas cortesías del “Fantasma”, del propietario de un lujoso hotel donde se hospedó o del propietario del helicóptero en que se movió, no pasan la factura uno de estos días.

El Congreso nos ayuda un poco a orientar esa bipolaridad, porque es muy complicado encontrar a un solo ciudadano que se sienta representado por cualquiera de los 158 congresistas. Casi se puede decir que la preferencia absoluta es sentirse indignado con las actitudes de los legisladores, pero termina siendo una lástima que no lo hayamos podido reflejar en las urnas castigando a quienes han traicionado permanentemente a la población.

Es entonces cuando, como ciudadanos, muchos viven con miedo de qué pasará a partir de las acciones que tanto el Ministerio Público, la CICIG y la SAT han dirigido contra quienes se han visto involucrados en alguno de los conocidos procesos.

Pero la expectativa que generan casos contra personajes como Sammy Morales, José Manuel Morales, el transportista Luis Gómez, Alejandro Sinibaldi, los Colom – Torres, Arzú, etc., sumados a quienes ya están vinculados a procesos, se termina pronto cuando a nivel social se duda sobre los efectos reales que tendrá en cada quien el establecimiento del Estado de Derecho.

Guatemala parece que tendrá al frente una decisión muy importante para su futuro. Terminar de cambiar y someternos al imperio de la Ley o quedarnos con la parálisis y casi complicidad para que nos sigan dominando los poderes de siempre.

Esa bipolaridad social que enfrentamos nos está llevando, en una de las fechas de mayor reflexión, a pensar si queremos terminar este año deprimidos al ver que perdimos la oportunidad de profundizar los cambios en Guatemala o con un tremendo optimismo al pensar que verdaderamente estamos, al fin, cerca de tocar fondo. Ojalá que los casos que se ven venir, nos ayuden a arrancar de nuevo con determinación para cambiar a Guatemala.

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