Por Julia Wäschenbach

Oslo
agencia/dpa

Probablemente el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, había soñado con un día como el de hoy, cuando ha recibido el Premio Nobel de la Paz en Oslo, una paz que es ya real en el país latinoamericano, aunque solo sea por el momento sobre el papel.

«La guerra que causó tanto sufrimiento y angustia a nuestra población, a lo largo y ancho de nuestro bello país, ha terminado», dijo el político durante la ceremonia en el Ayuntamiento de la capital noruega, llevando una paloma de la paz en la solapa de su chaqueta.

Pero a punto estuvo de no conseguirlo, pues el acuerdo de paz alcanzado con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que pone fin a una guerra que duró más de 50 años, tiene sólo dos semanas de vida.

Tras el anuncio del premio Nobel de la Paz el pasado 7 de octubre, muchos dudaban aún de que el galardón fuera una buena idea, porque sólo unos días antes, los colombianos habían rechazado en referéndum la primera versión del acuerdo firmado entre el Gobierno y las FARC, cuando Santos se había mostrado convencido de que los ciudadanos optarían por el «sí».

«Fue un resultado que nadie imaginaba», reconoció hoy el presidente en su discurso de agradecimiento tras recoger el Nobel. Tras el «no», parecía fracasada su gran obra política. ¿No habría sido más inteligente que el jurado esperara antes de conceder el premio, como apuntaban muchos analistas?

Pero el Comité Nobel veía las cosas de otra manera. «En nuestra opinión no teníamos ningún tiempo para perder», dijo la vicepresidenta del Comité Nobel, Berit Reiss-Andersen (ante la ausencia por enfermedad de la presidenta Kaci Kullmann Five). «Todo lo contrario, el proceso de la paz se encontraba en un peligro inminente de fracasar y necesitaba todo el apoyo internacional que podía recibir».

Tampoco Santos se rindió. «Estamos muy cerca», dijo entonces. Y la noticia de la concesión del Nobel fue el viento en popa que necesitaba el proceso de paz. La distinción fue «un regalo del cielo», dijo Santos.

El presidente siguió negociando con las FARC para reformar el acuerdo y elaborar un segundo, esta vez sin embargo refrendado por el Parlamento y sin consultar al pueblo, para evitar un nuevo fracaso.

El 30 de noviembre, la Cámara de Representantes aprobó el nuevo texto, con el que se cierran sobre el papel más de cinco décadas de conflicto y se abre la paz con la guerrilla. Es el fin de una guerra entre los rebeldes y el Ejército que ha costado la vida a más de 220.000 personas y que ha obligado a millones de colombianos a abandonar su país.

Santos donará la dotación económica del premio, ocho millones de coronas suecas (unos 830.000 euros/877.000 dólares) a las víctimas del conflicto. Algunas de ellas estaban hoy en Oslo y el presidente Santos les pidió que se pusieran de pie en la sala. Entre ellas, la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, que permaneció secuestrada durante más de seis años por la guerrilla de las FARC.

También Leyner Palacios. «El 2 de mayo de 2002, un mortero rudimentario lanzado por las FARC, en medio de un combate con los paramilitares, cayó en la iglesia de su pueblo –Bojayá–, donde sus habitantes habían buscado refugio. Murieron cerca de 80 hombres, mujeres y niños, ¡la mayoría niños! En cuestión de segundos, Leyner perdió a 32 familiares, incluidos sus padres y tres hermanos menores», contó Santos.

La familia del presidente también estuvo al borde de las lágrimas cuando Santos les agradeció su apoyo. Visiblemente emocionado se vio a uno de sus hijos. El discurso pronunciado con los reyes noruegos en primera fila se cerró con una fuerte ovación.

La lucha por una Colombia en paz no termina sin embargo con la firma del acuerdo de paz, pues una paz sobre el papel nunca es perfecta. Antes de abril, unos 5.800 combatientes de las FARC deben desmovilizarse y deponer las armas, un proceso que comenzará este mismo mes.

Muchos colombianos no están conformes con el acuerdo. Además, la guerrilla del ELN (el Ejército de Liberación Nacional) sigue en activo y grupos criminales siguen ganando terreno y reclutando a ex paramilitares y guerrilleros.

Si la paz se convierte en una realidad y no sólo en palabras sobre el papel, entonces, espera Santos, muchos de los colombianos que rechazaron el acuerdo en el primer referéndum cambiarán de opinión.

Donará el premio

877 mil dólares
Es la dotación económica del Nobel, el cual será entregado por Santos a las víctimas del conflicto.

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