Luis Fernández Molina

El nuevo premio Nobel de literatura, Bob Dylan, dijo que una de sus principales fuentes de inspiración fue Federico García Lorca. El libro-poema “Tarántula” (uno de los dos únicos libros que Dylan editó) tomó su nombre del poema “La Seis Cuerdas” del vate andaluz: “la tarántula teje una gran estrella/para cazar suspiros/que flotan en su negro/aljibe de madera”. Dylan fue una fusión de poeta y de músico lo mismo que fue Lorca. Es que esas dos expresiones sublimes de la humanidad no pueden separarse. Si Dylan tomó del manantial de Lorca este a su vez declaró que había leído y memorizado casi todos los poemas de quien consideró uno de sus mentores: Rubén Darío. De alguna forma se comunican los inspirados, los iniciados. Hablan un idioma casi esotérico que al resto de mortales nos cuesta alcanzar aunque mucho nos enriquecemos cuando leemos o escuchamos algunas de sus obras.

Desde adolescente Lorca quiso ser músico; de hecho fue siempre un gran pianista. Sin embargo, su padre lo convenció del limitado futuro que tenía como músico; no que vislumbrara grandes horizontes como poeta, pero al menos era algo mejor. En su desarrollo como músico hizo, a sus 18 años, un viaje por toda España y escribió el libro “Impresiones y Paisajes”; con él se encendió el Federico García escritor y se apagó el músico.

Por su parte Leonard Cohen dijo que “el poeta que más influyó en mi juventud” fue García Lorca. “Fue el primer poeta que me invitó a vivir en su mundo”. Al punto su admiración que a su primera hija la llamó Lorca. Tanto Dylan como Cohen (por cierto que con el gravamen de la traducción) hacen referencia a una célebre conferencia de Lorca: “Teoría y juego del duende” en el que pretende explicar “el espíritu oculto de la dolorida España.” El tema central es, obviamente, el duende, “ese poder misterioso que todos entienden y que ningún filósofo explica”. En sentido positivo Lorca refiere al cantaor El Lebrijano que decía: “Los días que yo canto con duende no hay quien pueda conmigo”, y en sentido negativo la sentencia del artista andaluz Manuel Torres: “Tú tienes voz, tú sabes los estilos, pero no triunfarás nunca, porque tú no tienes duende.” Continúa Lorca: “Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies.”

Mucho es mi atrevimiento y osadía al tratar de encapsular un texto tan profundo y largo en tan limitados mojones. Recomiendo que lo lean. Termino con esta frase: “Ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas (…) En cambio, al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre.”

Los premios Nobel de Literatura se vienen otorgando desde 1901. No se lo otorgaron a Darío (que lo merecía con creces). Tampoco a Lorca, acaso porque nadie pensó que a tan temprana edad decidieran matarlo, aunque “solo le quitaron la vida”. Él mismo dijo: “hace tiempo hice firme promesa de rechazar toda clase de homenajes, banquetes o fiestas que se hicieran a mi modesta persona; primero por entender que cada uno de ellos pone un ladrillo sobre nuestra tumba literaria, y segundo, porque he visto que no hay cosa más desolada que el discurso frío en nuestro honor, ni momento más triste que el aplauso organizado, aunque sea de buena fe.”

Pero uno de sus pupilos, que en mucho se le parece, lo va a recibir este 10 de diciembre. ¿Va a ir a Estocolmo?

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