Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Viviendo en un país en el que su sistema está diseñado para que los tres poderes sean órganos gestores de negocios, componendas y tráfico de influencias, provocando como consecuencia que el mismo Estado olvide a su gente, la deje atrás y le asegure un eterno subdesarrollo, la noticia de la liberación de un niño de 10 años y la captura de quienes los tenían en cautiverio retumba aún más alimentando esperanza de cambio.

Esta semana arrancó con la actitud cínica de una clase política que se opone a los cambios y se aferra a las mafias para lograr que las cosas sigan igual y que encuentran el camino libre porque los “buenos” y/o los que deseamos cambios estamos muy quietos, fragmentados y al borde de la línea que divide la indiferencia con la complicidad.

El martes decía mi padre, Oscar Clemente Marroquín, “de nada sirve que, como dicen, los buenos sean más que los malos si no mueven un dedo para hacerse notar y ejercer algún tipo de influencia. El silencio que produce esa mayoría, buena pero indiferente, resulta abrumador y devastador porque significa la bendición para asegurar eternidad al perverso modelo de corrupción e impunidad”.

Los guatemaltecos necesitamos reaccionar y por ende es que casos como el de PNC son ejemplares porque nos enseñan que hay policías con mística y entrega que se la juegan por salvar una vida y lograr un mejor país. Personas que sacrifican a sus cónyuges e hijos porque les dedican poco tiempo y quienes por cantidades que no responden al nivel de su trabajo, luchan mucho y duermen poco por aportar su grano de arena por una Guatemala mejor.

Ejemplos que también encontramos en operadores de justicia, tanto del OJ o el MP, que en medio de unos cuantos mafiosos, lograr hacer bien su trabajo (aunque no siempre remunerado acorde a la entrega o al riesgo) porque están convencidos que un mejor país es posible si nos decidimos a luchar en contra de la corriente.

Tanto en el sector público como en el privado hay una mayoría que hace las cosas bien, de cara al sol, pero resulta que no logramos opacar, enfrentar y derrotar a los malos porque esos sí se logran unir porque cuando la carretera es sin escrúpulos, siempre encuentran el camino que los une.

El sentimiento que habrá tenido ese niño de 10 años al ver la mano de sus salvadores, la fe que tuvo para mantenerse vivo, más preocupado por los que estaban afuera que por él mismo, y la lucha de los agentes que con mucha táctica acompañada de alma, corazón y h….., son elementos que deben servir de ejemplo para todos aquellos que dicen estar hartos por el estado actual de las cosas. ¡Sí se puede, si se quiere!

Nuestra meta debe ser llegar a sentir lo que experimentó el niño, su familia, los agentes y operadores de justicia cuando lograron el objetivo, puesto que si nosotros logramos cambiar la situación actual para lograr liberar a nuestro Estado de un histórico secuestro, estoy seguro que sentiremos una satisfacción porque entenderemos que solo así un futuro mejor es posible.

Y cierro con otra cita de mi padre, “No me cabe la menor duda que los poderes ocultos tienen enorme experiencia y capacidad por la experiencia acumulada durante tantos años de ejercer el más absoluto control del sistema político nacional. Por ello es que sus reacciones ante el vendaval que se desató en abril del año pasado han sido eficientes para recomponer sus fuerzas y evitar que se consolide el tema de la lucha contra la corrupción y utilizan cualquier recurso para provocar divisiones y contradicciones entre quienes entienden claramente el fondo del problema del país, pero que se dividen fácilmente a la hora de hablar de acciones concretas que se pueden o deben tomar para atacarlo de raíz”, para que entendamos que la primera victoria de las mafias es tenernos divididos, sin ilusión y eso debe cambiar.

Artículo anteriorPiden agilizar trámite de antejuicio contra el diputado Edgar Ovalle
Artículo siguientePorvenir de reforma constitucional