Eduardo Blandón

A propósito de la elección de Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos, hay un debate entre analistas que intentan valorar el peligro que representa el excandidato a su llegada inesperada al poder. El empate prima hasta ahora.

En primer lugar, están los apocalípticos, los que dicen que el próximo presidente bufón representa la asunción del demonio.  Lo igualan en el mejor de los casos a Hitler, bestia desalmada sedienta de sangre, xenófobo, hombre ordinario, perverso y con voluntad de poder.  Eso sí, ignorante de pacotilla, sin habilidad alguna, ni siquiera para los negocios. Tramposo, rapaz y misógino.

En el otro extremo se encuentran los espíritus cándidos. Trump no es tan malo como lo pintan. Afirman que lo que hemos visto hasta ahora es una construcción interesada del establishment norteamericano. No es madre Teresa de Calcuta, pero tampoco lleva la marca de la bestia sobre su cabeza de hombre blanco. Entre ellos hay algunos cuyo optimismo los lleva a esperar grandes cosas, “puede que sea el mejor presidente de los Estados Unidos”, dicen.

Estos últimos son los que más me llaman la atención por la dimensión de su inocencia. La función eufemística de la razón, diría algún filósofo, los lleva a suavizar cualquier viso de iniquidad en el hombre del muro mexicano.  Y para ello encuentran argumentos: “no será peor que Bush”, “Obama ha sido más criminal que cualquier presidente norteamericano, no lo superará Trump”, “el político que pintan de demonio, será incapaz de hacer nada malévolo porque el sistema está diseñado para evitar abusos”

Todo ello, me hace pensar en la inclinación innata de los seres humanos a protegerse a sí mismos mediante la ficción.  Esa función fabuladora, dirían los filósofos, propia del homo sapiens que frente al peligro se imagina que nada va a ocurrir. Total, hay una providencia, siempre son posibles los milagros, la magia, el destino.  Con ello, cómodamente se espera que suceda lo que construye exquisitamente inteligencias, a veces, muy amuebladas.

Trump no será la bestia dibujada por Juan en la isla de Patmos, pero tampoco es una hermanita de la Caridad.  Cada día las noticias dan prueba de ello.  No podemos empeñarnos en pensar que nada va a pasar, porque un día, sin que nos demos cuenta, sus políticas anunciadas nos van a alcanzar y, puede que, hasta ese momento, si no insistimos en permanecer en la caverna platónica, nos enteremos de que el hombre no es un pan de Dios.

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