La Ley de Probidad y Responsabilidades de los Funcionarios y Empleados Públicos no deja lugar a dudas respecto a que el uso del Palacio Nacional de la Cultura para un acto familiar constituye un abuso que confirma, sin lugar a dudas, que tenemos funcionarios que en vez de saberse servidores públicos se sienten amos que pueden utilizar cualquier recurso o bien del Estado para sus propios fines o de sus parientes sin temor a ninguna consecuencia. Y como hemos visto que este gobierno es complaciente con los “errores” de sus funcionarios, desde el Comisionado para el Desarrollo Urbano y la Competitividad, Enrique Godoy, hasta el asesor “sin cartera” Herbert Melgar Padilla, debemos dar por sentado que el Presidente no moverá un dedo para sancionar a Chea Urruela por permitir una actividad familiar en instalaciones del Palacio.
Lo peor son las explicaciones contradictorias que da el Ministro de Cultura respecto a la actividad y su reclamo porque no se reconoce que un antepasado de su familia hizo vitrales en el Palacio construido por y para Ubico. Absurdo es también que se diga que ese edificio está a disposición de cualquiera que desee utilizarlo como zarabanda para realizar holgorios y parrandas, puesto que ello implicaría que el símbolo del centro del poder político en Guatemala está a disposición para convertirlo en un simple salón de eventos de cualquier tipo.
Ya sabe cualquier padre de familia que puede pedirlo para hacer piñatas para sus hijos, o celebrar alguna primera comunión. No digamos para quince años de las señoritas que llegan, como se dice, “a la edad soñada” y para hacer más duradero el recuerdo sería fantástico bailar en el Salón de Recepciones.
Un Ministro de Cultura que no entiende del valor cultural que tiene el Palacio y que lo ofrece para cualquier evento con tal de encubrir el abuso que cometió junto a su parentela para un jolgorio familiar, no merece ocupar ese puesto. Cierto que Chea es uno más de los tantos ministros que han pasado por ese mediocre despacho sin méritos ni credenciales, sin siquiera haber sido por lo menos jugador de la Selección Nacional como uno de sus antecesores que está preso, pero el abuso cometido no tiene justificación alguna.
Si la intención era enseñarle a la diseñadora la obra del artista Urruela que hizo los vitrales, pudieron llevarla como llegan los turistas al Palacio a visitarlo y luego la pudieron agasajar en algún salón privado. Pero como era de ostentar el poder y aparentar que los Urruela no son cualquier cosa aquí, se mandaron con el Palacio Nacional de la Cultura.