Dr. Luis Fernando Cordón Morales
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Predicar con el ejemplo es sin duda una de las frases más conocidas y repetidas en la formación personal por nuestros padres, maestros y demás orientadores de la vida; por lo que es uno de los principales mensajes que pensadores, escritores, personalidades y líderes religiosos más han insistido en dirigir a la humanidad; sin embargo, en la vida cotidiana ¿Seremos capaces de ser consecuentes entre lo que decimos y hacemos? Pues resulta que en la práctica parece ser más fácil decir qué hacer, siendo entonces necesario que cada uno hagamos la reflexión y evitar ser el “padre que predica, pero no se confiesa” –por citar otra frase popular-.
Resalto lo anterior derivado de los sucesos y revelaciones recientes, en donde, por una parte, se critica y denuncia la presunta injerencia del Ejecutivo en asuntos que le competen por principio de independencia de poderes al Legislativo, actos reprochados que los funcionarios electos ofrecieron no realizar y que se suma a las constantes reuniones secretas que también confronta con el ofrecimiento de transparencia que pregonaron ¿Acaso no fueron parte de esas prácticas las que trajeron abajo al mal gobierno anterior? Ojalá no las veamos repetirse en los distintos órganos administrativos siguiendo el modelo de sus jefes.
Otro ejemplo lo encontramos en los hechos vandálicos suscitados hace una semana en el Paseo de la Sexta, cuyo origen radica en que las autoridades municipales exigen que los vendedores ambulantes cumplan con la restricción de no vender en dicho lugar; sin embargo, al día siguiente el mismo Alcalde Municipal en un acto público asevera que él no cumplirá con la Ley de Contrataciones del Estado porque le incomoda; entonces el mensaje contradictorio municipal es: ustedes cumplan las normas y nosotros no.
Otra muestra es la confesión dada por el Superintendente de Administración Tributaria a una estación radial, que para muchos pudo pasar desapercibida, sin embargo, reviste importancia no solo por quien lo dijo sino por lo que dicho funcionario ahora está mandado a respetar y garantizar. Lo que reveló fue que previamente a ser nombrado, acudió a realizar un trámite a la SAT y que le pagó a una de las personas que se dedican a vender espacios en las filas de ingreso a las agencias tributarias, para poder efectuar su gestión en menos tiempo. Pues resulta que la transacción dio origen al nacimiento de obligaciones tributarias, por lo que debió ser emitida una factura y ser reportado el ingreso (ISR) y el débito fiscal (IVA) generados, ante la Administración Tributaria. De no haber sido emitida, que es lo más seguro porque dichas actividades se realizan en la informalidad, debió denunciar ante la SAT a quien estando obligado no le emitió ni le entregó el documento, de lo contrario, incurrió en una infracción tributaria a un deber formal, sancionado con una multa. Ahora ¿Hubo factura? ¿Habrá denunciado la no emisión y entrega de la factura? ¿Será un infractor tributario? ¿La SAT le iniciará un procedimiento administrativo de cobro de multa? ¿Ya habrá pagado la multa correspondiente? Por eso la frase que dirigió esta columna es célebre.