MANCHESTER, New Hampshire, EE.UU.
AP
Una vez pasado el obstáculo de la investigación del FBI, Hillary Clinton y Donald Trump adoptaron tonos muy diferentes en las últimas horas de la volátil campaña por la presidencia de Estados Unidos, una pugna que ha durado casi dos años.
Tras días de ataques directos contra la cualificación y el temperamento de Trump, Clinton se mostró ayer como la candidata de «la curación y la reconciliación», una posición quizá sorprendente para una mujer que ha estado durante años entre las figuras más divisivas de la política estadounidense.
La candidata demócrata comenzó la jornada con una visita a una iglesia afroestadounidense en Filadelfia, donde habló de su candidatura en términos casi espirituales en un intento de motivar a los votantes negros del crucial estado en disputa para que la apoyen. Y terminó con un mitin vespertino en Manchester, New Hampshire, que incluyó unas palabras de Khizr Khan, el abogado musulmán estadounidense que perdió en Irak a su hijo, un capitán del Ejército, así como del cantante de folk y rock James Taylor.
«Estas elecciones son un momento de resolución», dijo a los votantes. «Es una decisión entre la división y la unidad, entre un liderazgo fuerte y firme y una bala perdida que lo pondría todo en peligro». Clinton dijo sentirse «esperanzada y optimista» sobre el futuro.
Trump, por su parte, mostró una confianza renovada y llevó su campaña -y su oscura visión de un sistema político y económico amañado en Estados Unidos- a feudos tradicionales de los demócratas.
«Esto es un juego totalmente diferente», dijo Trump en un mitin en un hangar de aeropuerto en Minneapolis, donde predijo una victoria en un estado que no ha dado sus votos electorales a un republicano desde 1972. En otro acto en Virginia, que Trump describió como su «discurso especial de medianoche», el empresario describió la campaña como una «maratón».
«Vamos a tener una de las grandes victorias de todos los tiempos», dijo, comparando los comicios con el voto en Gran Bretaña a favor de abandonar la Unión Europea «multiplicado por 50».
Sobre el frenesí de los últimos actos de campaña sobrevolaba la última carta al Congreso del director del FBI, James Comey, en la que informaba a los legisladores de que, en su apresurada revisión de nuevos correos descubiertos, su agencia no había encontrado pruebas que ameritaran cargos penales contra Clinton.
Aun así, Trump siguió recurriendo al asunto de los emails, pese a las conclusiones del FBI.
«Hillary Clinton es culpable. Ella lo sabe, el FBI lo sabe, la gente lo sabe», afirmó en un mitin que reunió a miles de personas en un anfiteatro de los suburbios de Detroit. «Y ahora depende del pueblo estadounidense hacer justicia en las urnas el 8 de noviembre».
La misiva de Comey puso fin a un llamativo capítulo de la agria y divisiva campaña. El director decidió el 28 de octubre abrir una nueva pesquisa sobre los correos de Clinton, lo que conmocionó la pugna en un momento crucial y mermó el impulso de Clinton al tiempo que daba nueva munición para cuestionar la fiabilidad de su rival.
El equipo de Clinton, indignado con la gestión de Comey de la investigación, celebró la noticia de ayer.
«Estamos contentos de que se haya solucionado el asunto», dijo a los reporteros Jennifer Palmieri, directora de comunicaciones de Clinton, aunque la candidata no mencionó el tema en sus actos.
La nueva investigación se centraba en nuevos documentos localizados en una computadora de Anthony Weiner, un congresista caído en desgracia y marido separado de la asesora de Clinton Huma Abedin. Aunque Comey fue poco preciso en su descripción inicial de la pesquisa, el domingo dijo que el FBI había revisado comunicaciones «a o de Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado».
Según ese análisis, el director del FBI dijo a los legisladores que la agencia se atenía a su conclusión de este verano. Comey dijo entonces que «ningún fiscal razonable» recomendaría presentar cargos penales contra Clinton por utilizar un servidor privado de correo cuando estuvo en el Departamento de Estado.