Félix Loarca Guzmán

Durante 25 años, el grupo político del señor Álvaro Arzú, ha gobernado el municipio de Guatemala, sin solucionar los más agudos problemas de los vecinos, uno de ellos el del transporte público, que se ha convertido en un atentado para la seguridad de las personas, no solo por el mal trato a los pasajeros, sino por los constantes ataques armados atribuidos a grupos de extorsionistas.

El señor Arzú, acaudalado empresario y político de la extrema derecha, será recordado sin duda, por haber sido el artífice, cuando fue presidente de la República, de la mal llamada privatización de las más importantes empresas estatales, maniobra mediante la cual se despojó al pueblo de un valioso patrimonio, entregándolo a empresarios locales y extranjeros, con grave perjuicio para el futuro de las actuales y las nuevas generaciones.

Pero también será recordado como el Alcalde del maquillaje, pues muchas de sus obras, se han enfocado hacia programas de ornamentación, sin entrar de lleno a la solución de los enormes problemas que agobian a los capitalinos.

También sobresale el hecho que muchos de los servicios municipales están privatizados de manera encubierta, como ocurre con la Empresa Municipal de Agua o la División del barrido público.

Pocas medidas del alcalde Arzú pueden ser aplaudidas. Una de ellas, su reciente disposición para restringir el ingreso del transporte pesado a la capital, buscando aliviar la pesadilla en que se ha convertido el descomunal tránsito de vehículos, con atascos viales en la mayor parte del día.

La postura del Alcalde, avalada por el Concejo Municipal, de ampliar el horario de limitación a la circulación del transporte pesado, es una medida adecuada y oportuna, pero apenas es un paliativo, para afrontar la gravedad del tema de los congestionamientos de vehículos circulando por las calles de la capital.

En el corto o mediano plazo, se tendrá que aplicar una disposición todavía más radical, como se hizo en la República de China en Taiwán, en el sentido de prohibir el ingreso del transporte pesado a la capital, estacionando los tráileres a 25 o 30 kilómetros, desde donde se trasladaría la carga en vehículos pequeños tipo picop, con la excepción de los que llevan combustibles o productos perecederos.

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