Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

El día de ayer publicamos un reportaje que pinta de cuerpo entero lo que significó el cambio para nuestros diputados bajo el liderazgo de Mario Taracena Díaz-Sol, pero menciono a todos los diputados porque cuando les convino se taparon con la misma chamarra para asegurar los beneficios y apuntalar la impunidad.

Ninguno de los actuales contendientes a la presidencia del Congreso (ni ningún diputado) levantó la voz en contra del plan que trazó Taracena junto con su directiva y los jefes de bloque, plan que luego fue refrendado por todos aquellos diputados que votaron a favor de las reformas a la ley orgánica y del servicio civil del Congreso.

Es triste saber que en el “año del cambio” este es el mejor rostro que nos ofrecen de cambio (valga la redundancia). Desde el año pasado dije, tras las elecciones, que no teníamos mucho que celebrar porque había quedado electo un Congreso compuesto por los mismos, con las mismas mañas y con el mismo deseo de apuntalar el sistema y defender la porquería.

La gente no ha dimensionado lo jugoso que resulta ser diputado, lo que significa el Listado Geográfico de Obras y los negocios que se fraguan desde la Comisión de Finanzas y eso es gran parte del problema porque ante la indiferencia ciudadana, los diputados han podido actuar a sus anchas sin que la gran mayoría de la población entienda siquiera lo que está sucediendo. Por eso es que ahora Jimmy Morales se lanza por el control del Congreso.

El cambio significó dejar a los jardineros de los diputados si así lo pedían porque eso favorecía la “gobernabilidad”; el cambio significó que, para que no “chingue la CICIG”, se modificó la ley de tal forma que los contratados por los diputados ni siquiera se tengan que aparecer por el Congreso y con eso “eliminaban” las huellas.

El cambio significó que por un lado se salió de unos pocos empleados y por el otro se permitió la contratación de más personal con mejores salarios; el cambió significó que ya no hubo ujieres, pero sí asesores que terminaron ganando más.

Y eso que esto apenas es la punta del iceberg porque aún nos falta conocer los negocios que se fraguan con el Listado Geográfico de Obras y especialmente, cómo es que se pactó y se siguen pactando los votos a cambio de dinero y urge que se le entre a ese tema porque eso nos tiene que llevar a entender que si no cambiamos, que si no depuramos el sistema, no hay futuro. Mientras las reglas de financiamiento sigan como están, congresos como el pasado y el actual son la garantía del futuro.

Pero no me canso de decir que esto ha pasado por culpa nuestra, porque ya sea por complicidad o indiferencia, hemos sido testigos de este saqueo que llora sangre, más, cuando ese pacto perverso de impunidad lo que asegura es que las grandes mayorías del país sean marginadas para siempre del desarrollo.

¿Se quedará usted callado ante todo esto que ocurre? Es su derecho y esa es una opción, pero entonces, ahora sí, no se queje luego de todo lo que nos pasa.

Artículo anteriorJOSÉ SARAMAGO: Todos los nombres (X)
Artículo siguienteLa realidad de ser mujer en Guatemala (I)