Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Si el Presidente, el Ministro de Finanzas Públicas, la Procuradora General de la Nación y un montón de empresarios y ciudadanos son congruentes, tendrían no solo que recibir a Allan Marroquín con alfombra roja cuando venga deportado, sino que además ofrecerse como testigos en el proceso de TCQ para ir a decir que fue un funcionario visionario que se encargó de promover para Guatemala el puerto soñado por todos esos sectores que defienden el proyecto de la Terminal de Contenedores Quetzal como un hito crucial para el desarrollo del país.

Tendrán que decir que fue tan buen negocio el que hizo Allan Marroquín que no solo consiguió para sus jefes una coima de treinta millones de dólares, sino que hizo que los nuevos dueños del negocio, APM Terminals, depositaran otros 43 millones, para un total de 73 millones de dólares, que se sepan, esta vez supuestamente como compensación al Estado de Guatemala, lo que nos puede dar la idea del beneficio que esperan obtener tras convencer a nuestros funcionarios de que se hagan de la vista gorda del origen espurio del negocio y lo consumen.

En un país donde el fin justifica los medios, como cínicamente lo han expuesto con hechos el Presidente, sus ministros y la PGN, Allan Marroquín no solo merecería alfombra roja al regresar, sino hasta un efímero monumento, de esos que misteriosamente hace desaparecer la Alcaldía, puesto que todos coinciden en que el producto de sus afanes es una preciosidad de puerto, una maravilla tecnológica, como dijo el mismo Presidente Morales, y entonces Marroquín, con todo derecho, puede y debe preguntar cuál es la razón de tanta jodedera. Esos a los que se les cae la baba cuando hablan de la necesidad del puerto y de cómo hay que hacerlo funcionar dando vuelta a la página al origen cochino de la negociación, tienen que ser coherentes y rendirle tributo a la operación tan lucrativa que logró montar el que fuera interventor de la Portuaria Quetzal.

La defensa de Allan Marroquín tendría que olvidarse del argumento de que él no firmó el contrato con los pícaros catalanes. Por el contrario, debiera asumir toda la responsabilidad, no vaya a ser que el actual interventor de TCQ termine llevándose los laureles que le corresponden a él. Y como medios de prueba, bastará con elaborar la lista de los funcionarios, encabezados por el mismo Presidente, de los exportadores y demás empresarios que hasta ponen ojos de éxtasis cuando hablan del nuevo puerto, de los comunicadores que defienden el mal arreglo que evitó un buen pleito y, todos, tendrían que ir a decir bajo juramento que lo que hizo Allan Marroquín fue un extraordinario servicio a la patria.

Yo sigo pensando, como lo dije desde que nos dieron el madrugón aquel Miércoles Santo, que se trata de un asqueroso acto de corrupción que no puede perdonarse y que Guatemala tendría que llevar hasta las últimas consecuencias sin dejarse amedrentar por la amenaza del Banco Mundial de que vendrán a cobrarle al país la deuda de Pérez Maura. Él es responsable de esa deuda y debe responder por ella; ni modo que al robado, al ultrajado, al estafado, le van a pasar la factura. Pero aquí, donde el corcho se hunde, el hierro flota y los muertos caminan desnudos con las manos entre la bolsa, no solo tendríamos que pagar, sino ir a besarle el trasero a Allan Marroquín.

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