Ayer, la Procuradora General de la Nación, Anabella Morfín, participó en el programa “A Primera Hora” en Emisoras Unidas en donde repitió el mismo rol que ha venido jugando con el interventor Alexander Aizenstadt, como voceros, gestores, relacionistas, etc., de la empresa APM Terminals, respecto al terriblemente corrupto caso de Terminal de Contenedores Quetzal.

“No hay plan B”, dijo la señora Morfín cuando se le preguntó qué otra opción se tiene sobre la propuesta que han hecho de ponerle dedicatoria, nombre y el impulso completo del gobierno a un proyecto para entregar el proyecto a los holandeses.

Al mismo tiempo que esto sucede, en Panamá el Puerto Corozal, un proyecto idéntico al de TCQ, ha salido a licitación y participan, aparte de APM, PSA International Ltd, Terminal Link y Terminal Investments Limited, empresas que, seguramente, entienden cómo es que funciona el procedimiento en todas partes del mundo, excepto en Guatemala.

Como garantía del negocio, la señora Morfín dijo que no solo a ella y al interventor se les había iluminado la mente con dicho planteamiento, sino que se apoyó, para generarle más lógica, en que su gran idea fue refrendada por Jimmy Morales y todos los Ministros de Estado.

No sabemos dónde habrá estado la Procuradora General de la Nación durante los últimos meses, pero si a estas alturas no se ha dado cuenta que el Gabinete que menos norte ha tenido en la historia de la era democrática en Guatemala es el actual, eso explica mucho sobre la propuesta que está impulsando.

Si se hace una expropiación “tendremos que pagar deudas”, dice comprometiendo al Estado, pero olvida mencionar que en este caso ese Estado es el agraviado y que su harta obligación sería defenderlo demostrando las contundentes evidencias y pruebas que hay en el caso penal que se lleva en Guatemala.

Habla de la buena fe de APM, pero no dice qué debieron hacer un adecuado proceso de compra ni que insisten en mantener la oposición a la nulidad del corrupto contrato. Lo que no quieren es licitar para que aquel negocio que ya fue tremendamente sucio no deje más dudas.

Cuando nos dicen que hay que confiar en la empresa que, por incapaz o por corrupta, compró un proyecto tan sucio; en un Gabinete que no tiene ni la más mínima idea de cuál debiera ser la ruta del país y con un Presidente que a ver si no le consulta a Sammy “cómo negociar el puerto”, no nos queda más que pensar que ya cocinaron su pastel, otra vez, con un fétido olor.

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