GRECIA AGUILERA

Una tarde del mes de febrero de 2010, nos encontrábamos con mi esposo Carlos-Rafael Pérez Díaz caminando en amena plática con el maestro Efraín Recinos dentro del Teatro Nacional, edificio magnífico que fue diseñado por él. Esta monumental obra maestra de la arquitectura se distingue por su estilo guatemalteco, que el maestro Recinos le imprimió con su personalidad genial. Luego continuamos conversando en su estudio y en la reunión le hice saber que yo sentía una atracción muy especial por sus obras pictóricas «La Guatemalita» y «La Esperanza» o «Esperancita». Esto le causó curiosidad y entonces me preguntó por qué. «Las percibo, le dije, como dos hermosas niñas que brotaron de su inagotable imaginación. Para mí son el eje central de su extensa obra.» Así, «La Guatemalita» inspirada en el mapa de Guatemala, en algunos casos es aventurada y temible; en otros sumisa y confusa; pero por momentos se convierte en una gran heroína que sale de toda clase de problemas, con su cabello ondeando apoyada en sus hermosas piernas. La quimérica «Guatemalita» me inspiró el siguiente poema que dice así: «Dama geográfica/ de terruño verdadero/ geológica y titánica/ marcada de volcanes/ de ríos desbordada/ trazada en selvas y murallas/ de luciérnagas iluminada./ Dama geofísica/ telúrica-espacial/ de arcilla y barro coronada/ camino/ manantial de luz./ Dama Guatemalita/ surge en la historia/ emerge dibujada/ de novia eternal./ Bastidor entre océanos/ heredad del surgimiento/ destino y pensamiento/ aurora tornasol.» Ahora bien, a «La Esperancita» la veo entre los relieves murales o difusores acústicos que se encuentran ubicados en el auditórium del Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de Guatemala. Estos palcos figurados, donde asombrosos y conmovedores personajes de la historia universal observan constantemente el paso indetectable del espacio-tiempo de nuestra existencia, en verdad son bellas pinturas de Efraín Recinos; son palcos irreales, con un público ficticio integrado por sobresalientes artistas, genios de diversas ramas del conocimiento humano. Cada pieza atesora minuciosamente fragmentos de la vida y obra del virtuoso y su figura. Algunos de ellos poseen en común la melancolía y el dolor que padecieron a causa de la incomprensión y el desprecio de sus contemporáneos, pero que hoy habitan en estos hermosos palcos como dignos y merecedores personajes. Cada uno de los hermosamente detallados rostros del auditorio perpetuo, representa el lamento de siglos de exclusión, tortura y agobio que ha sufrido la humanidad. En su libro ilustrativo «Difusores Acústicos» se hallan reunidos los 89 dramáticos rostros de los artistas que él mismo escogió para inmortalizarlos, principalmente por sus tormentos psíquicos, su agonía existencial y su búsqueda continua de paz espiritual. Pero por fortuna aún existe la Esperanza, hermana de Hipnos, el Sueño, y que fue transmutada por la sensibilidad del maestro Recinos en una dulcísima niña indócil y juguetona, que en su mirada y semblante general manifiesta su ‘eterna espera’ ante la amargura y el desconsuelo que a veces predominan en los seres humanos. A «La Esperancita» le dedico los siguientes versos: «Utópica esmeralda/ diamante/ perla/ alma/ etérea sibarita/ de celestial tesoro./ Mampara de mar y de montaña/ brizna de musgo/ en árido risco./ Hierática transblucencia/ bohemia legendaria/ del sidéreo prisma/ esplendente luminar/ del firmamento./ Voluta abstracta/ cosmopolita y metafísica/ sustancia absoluta/ hebra infinita./ Esperanzada esperanza/ benedictus alba/ benedictus ángelus/ benedictus luz.» Agradezco desde el fondo de mi corazón al maestro Recinos haber dibujado con su letra inconfundible, dentro del libro «Difusores Acústicos», la dedicatoria: «Para Grecia Aguilera/ Admiración./ Efraín Recinos/ 25feb2010.»

Artículo anteriorAlejandra Flores 1er. lugar internacional en Canto Lírico (1)
Artículo siguienteCuestión de enfoque