Por VANESSA A. ALVAREZ
NUEVA YORK / Agencia AP
Como mujer, «una necesita una oportunidad de desahogarse», dijo Jones, quien tiene una hijita de 5 años. «Y no eres una mala madre por pensar eso, o una mala esposa; no eres mala», insistió la bailarina de 33 años, nacida en Miami, de padre cubano y madre dominicana. «Por el contrario. Serás una mejor persona para tu familia si eres la mejor versión de ti misma».
Popularizada por las redes sociales y el boca en boca, la empresa de Jones generó 1,5 millones de dólares en su primer año. Se dan clases en todo el país y las entradas a sus conciertos de fitness en Miami y Nueva York se vendieron en cuestión de horas.
Cada sesión de ejercicios se da en una sala de danza con ambiente de discoteca, oscuro, con luces de espectáculos. Los bailes son realizados en forma de coreografía adaptados a música de Beyonce, J. Lo, Busta Rhymes y otros artistas del momento.
Los movimientos y las canciones que Jones escoge para sus coreografías buscan hacer que la mujer se sienta bien, fuerte, una estrella, expresó Jones.
Jones y sus asistentes de baile empiezan cada clase gritando frases como «¡Sí, soy fuerte!», «¡Sí, soy sexy!», «¡Sí, yo puedo!». Jones exhorta a sus clientas a que tengan un propósito en su vida y a que siempre quieran algo más.
Después de esto empiezan a bailar.
Jones enseña unas combinaciones de danza adaptadas a las canciones más nuevas de hip-hop, r&b y música house. Le sugiere a su «ejército vixen», como le dice a sus clientas, que se vistan con las lycras, camisetas y zapatos tenis de plataforma que están de moda; que se suelten el cabello, se pinten los labios y que lleven a sus amigas. Como si fuera una salida de fin de semana.
«Me hace sentir bien, me hace sentir sexy. Me da energía», dijo Jessie Díaz, una consejera escolar de 27 años de Harlem que empezó a tomar la clase en diciembre junto a 15 de sus amigas.
A Teena Marie DiBartolo, de 25 años, quien viaja casi tres horas para ir y volver desde su casa en el Bronx hasta el estudio de danza en Midtown Manhattan donde se dan clases, el programa le ha dado la confianza que necesitaba para hacer cambios en su vida. Desde que empezó a tomar clases el año pasado con su madre Mayra DiBartolo, de 53 años, Teena Marie ha perdido más de 22 kilos (50 libras). Y ha ganado otras cosas.
«Definitivamente me ha dado confianza en mí misma y me ha inspirado», dijo DiBartolo. «Si me hubieses conocido hace un año te hubieses dado cuenta lo penosa que era antes. Esto ha despertado algo en mí y me ha motivado para buscar mucho más en mi vida».
Las clases de una hora cuestan 15 dólares en Miami y 18 en Nueva York. Y cada semana casi 2,000 mujeres toman clases en esas dos urbes, Hoboken (Nueva Jersey), Chicago y Los Ángeles.
Y mientras más se siga corriendo la voz, Jones dice que tiene planes de seguir creciendo. Texas será el próximo estado en su lista.
«Tiene que ser un movimiento mundial», dijo Jones. «Siento que es mi responsabilidad el seguir transmitiendo el mensaje y ayudar a las mujeres a sentirse mejor sobre ellas mismas».
«Definitivamente me ha dado confianza en mí misma y me ha inspirado. Si me hubieses conocido hace un año te hubieses dado cuenta lo penosa que era antes. Esto ha despertado algo en mí y me ha motivado para buscar mucho más en mi vida».
A Teena Marie DiBartolo