Por SUE MANNING
LOS ÁNGELES / Agencia AP
«No sé cómo podríamos funcionar sin voluntarios. Nunca podríamos hacer lo que hacemos por los animales sin la ayuda de ellos», dice Robin Starr, presidente de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad Animal, con sede en Richmond, Virginia.
Los voluntarios generalmente trabajan limpiando los refugios, a menudo malolientes, pero cada lugar tiene sus necesidades en particular: a veces necesitan personas que alimenten a los animales, los paseen, entrenen, jueguen con ellos e, incluso, los muestren a quienes los quieran adoptar.
También necesitan gente que haga labores de oficina, recauden dinero, hagan compras, atiendan el teléfono y, en general, cualquier tipo de ayuda es bienvenida.
Los voluntarios dicen que lo hacen por amor a los animales. A continuación, algunas de sus historias.
Karen Gammon, de 58 años, donaba lo que producían unos dibujos que subastaba y cuyas ganancias iban a la tienda del refugio de animales que administra Starr. Sus pinturas eran hechas en carboncillo sobre lienzo y luego usaba un borrador para despegar el carbón de la pintura.
Cuando sus obras salían a subasta, a veces había puja por el precio. «En un año, las ofertas llegaron a los 11 mil dólares y entonces ella accedió a hacer dos dibujos a ese precio, lo que significó una ganancia de 22 mil dólares para el refugio», dijo Starr.
Gammon empezó a dibujar y vender sus obras para el refugio en 1999. Pero unos años después tuvo que dejar de pintar por culpa de una artritis reumatoide que la agobiaba. Las cirugías que le hicieron no le permitían agarrar los borradores de goma.
Le tomó unos años hasta que encontró otra manera a hacer dinero para el refugio haciendo lo que ella llama «muttcrackers», como registró su creación en la oficina de derechos de autor, y que en inglés significa un muñeco casca nuez, con cabeza, cola y patas de perro.
El año pasado hizo 28 de diferentes tamaños para la tienda del lugar. Fueron vendidos en horas. Para este año planea hacer unos 40 muñecos a 300 dólares cada uno y uno más de tamaño «real» que piensa subastar.
Cornelia Pérez ha hecho cuanta labor le ha sido posible en los 30 años que lleva como voluntaria en la Sociedad Protectora de Animales de Vero Beach, Florida. Ha adoptado mascotas, ha sido voluntaria, miembro de la junta, ha trabajado con estudiantes, coordinado campañas de recaudación de fondos y es la historiadora y jefe de archivo del lugar, dijo Janet Winikoff, directora educativa de esa sociedad.
«Cornelia es la verdadera flautista de Hamelin del lugar. Si le decimos que necesitamos algo, apostaría a que va a ser capaz de conseguirlo», expresó Winikoff.
Pérez, de 72 años, comenzó su trabajo como voluntaria hace 60 años cuando un buen día se montó en su bicicleta, fue al galpón que entonces servía de refugio, ubicado al lado de las vías del ferrocarril, y le permitieron pasear a los perros.
Estuvo alejada del refugio cuando fue a la universidad, pero volvió en 1984. Puso baldes en los supermercados para que los compradores donaran alimentos para los animales y coordinó la campaña para la construcción de la vivienda que sustituyó a la bodega que antes tenía a los animales.
Ahora trabaja como voluntaria en un refugio último modelo que sustituyó a la vivienda.
Pérez se jubiló como maestra de escuela y tuvo la idea de poner en las paredes del refugio carteleras con preguntas y respuestas sobre el cuidado de los animales, convirtió suéteres de bebé en abrigos para los inquilinos, creó programas de educación y cuidado de mascotas y programas para que los estudiantes participaran. En la actualidad gerencia los programas de cuidado de animales que requieren atención veterinaria especial. Y, además, escribe artículos para la publicación «Humane Times».
«También hice la lavandería» del lugar, indicó Pérez. «Si ahorro tiempo al personal del refugio, ese tiempo lo pueden dedicar a los animales».
Jourdan Giron, de Lawndale, California, y que cumple 21 años este mes, es nueva en el cuerpo de voluntarios. Se inscribió en febrero para trabajar ocho horas al mes en la Sociedad para la Prevención de la Crueldad Animal de Los Ángeles, dijo la gerente de los servicios de voluntariado, Elise Thompson.
Pero ahora Giron trabaja 325 horas al mes como voluntaria. «Estoy feliz de estar aquí y no quiero irme», agregó.
«Es una joven efervescente, vivaz, muy dedicada y que rápidamente se hizo destacar», dijo Thompson. Ya completó todos los cursos que se ofrecen a los voluntarios.
Especializada en biología, Girón ha querido ser veterinaria desde que tenía cinco años. Nunca había visto de cerca el trabajo que se realiza en un refugio de animales. «Es más de lo que jamás podía haber imaginado», afirmó.
Aunque por lo general es tímida, se vuelve muy conversadora a la hora de hablar con los clientes de los animales que podrían adoptar.
Girón también hace el «trabajo sucio», cuando tiene que limpiar el lugar, pero lo hace como si fuera una procesión de fe.
«Sé que me asignan ese trabajo porque confían en mí para que entre a las perreras,» dijo.
«Cornelia es la verdadera flautista de Hamelin del lugar. Si le decimos que necesitamos algo, apostaría a que va a ser capaz de conseguirlo».
Janet Winikoff
Directora educativa de esa sociedad
«También hice la lavandería. Si ahorro tiempo al personal del refugio, ese tiempo lo pueden dedicar a los animales».
Cornelia Pérez
Voluntaria