Ayer, con presencia de los actores políticos y empresariales de los países del Triángulo Norte de Centroamérica, en el Banco Interamericano de Desarrollo se llevó a cabo un evento con el que nuevamente se chocan los conceptos entre los que quieren que las inversiones en asistencia extranjera sean controladas por las mismas manos de siempre, y el pedido de los donantes que valoran los avances de países, como Guatemala, a partir del fortalecimiento institucional en el sector justicia.

Para nadie es un secreto que Guatemala ha cambiado en su forma de ver la política a partir de los casos que la CICIG y el Ministerio Público iniciaron contra las estructuras de corrupción del gobierno del Partido Patriota el año pasado. Con eso, se ha evidenciado un Estado cooptado por la privatización y monopolio de la administración de todos los bienes de un Estado, la descarada negociación de proyectos y contratos como pagos a los financistas de las campañas y la organización de estructuras que bajo la sombría falsa de partidos políticos se organizan para saquear al Estado.

Pero esas prácticas no solo han sido del Partido Patriota. Tenemos que entender que lo que verdaderamente puede cambiar al país es la redistribución de prioridades que de manera inequívoca le preste atención y le suministre algún beneficio a toda esa mayoría de ciudadanos que no tiene nada y que cotidianamente enfrenta la amenaza de morirse de hambre.

Hoy Guatemala tiene mejor recaudación, se piensa dos veces en el sector público firmar un contrato oscuro y muchos prefieren dejar de jinetearse los impuestos, porque la fortaleza institucional y la aplicación de la ley así los ha obligado.

Apostarle a un plan en que se le quiere restituir el poder y el control al grupo económico que no representa a nadie más que a ellos mismos y que ha perdido todo el poder a partir de los cambios recientes en el país, es un terrible error.

Y peor aún, que lo administre de parte del gobierno una oficina controlada por intereses de ese empresariado que surge de las viejas prácticas de corrupción que vienen desde los añejos tiempos de Vinicio Cerezo.

No creemos, sinceramente, que un plan que originalmente nace con la idea de generar oportunidades que eviten que la desesperación de la pobreza y la miseria empujen a los ciudadanos a migrar, pueda ser comprendido y revertido por quienes han sido responsables de generar dichas condiciones. Con este esquema, más que prosperidad tendremos continuidad.

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