Eduardo Blandón

El Presidente se va del país. Viaja para representarnos en los Estados Unidos y Colombia. Quedamos acéfalos. ¿Significa algo para la ciudadanía su ausencia? ¿Los guatemaltecos se sentirán huérfanos y harán drama por tan horrorosa noticia? Me temo que no, al punto que el espacio dedicado para la información es irrelevante en los periódicos.

El verdadero drama presidencial va más allá de la indiferencia ahora que emprende viaje (una vez más al extranjero). Se trata del poder asociativo que crece en la gente al considerar a Jimmy como sinónimo de “inútil”. Y nadie más responsable de semejante calificativo que el mismo Presidente dada su incapacidad para hacernos creer en sus cualidades de líder.

Al gobernante, si se le juzga por sus acciones, es absolutamente “inocuo”. Y no es un invento mal intencionado, sino producto del alcance de su actividad como mandatario. Visitas a escuelas, participación en marchas, gestos de bondad abrazando en inauguraciones de proyectos, son actividades más dignas de un candidato presidencial que de un estadista a carta cabal.

Esa programación presidencial, “simple”, revela a toda luz ausencia de proyecto de nación. Jimmy Morales es el más grande improvisador del país. Llena su horario con contenido basura porque jamás se preparó para gobernar, pero aún más, ni siquiera tiene el talento para hacerlo. Por eso da igual que se vaya a Nueva York o se quede, total, con él o sin él, todo sigue como antes.

Pero este viaje tiene un sabor especial, y es que se realiza en condiciones en que se pone en tela de juicio la honorabilidad de sus parientes cercanos y a la larga la de él mismo. No es un dato irrelevante porque si su capital principal entre sus seguidores es o ha sido su honradez, perderlo provocaría un terremoto de dimensiones incalculables. Puede que su ausencia no sea, entonces, solo indiferente entre los guatemaltecos, sino también deseable. Peligro mayúsculo para su estabilidad como gobernante.

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