Desde que se ha conocido el caso por el que están siendo investigados el hijo y el hermano del presidente Jimmy Morales, José Manuel y Samuel, algunos han calificado de valiente la decisión del mandatario al anunciarlo, recordando que es únicamente el individuo el responsable de sus decisiones y sus actos.

Sobre la valentía del presidente de hacerle frente a hacer pública la investigación, es como decir que Otto Pérez fue valiente en aceptar que tenía que renunciar. Ambos asumieron esa decisión cuando las acciones de la fiscalía terminaron por arrinconarlos. Además, hay que recordar que Morales nunca entendió su mandato y por ello se ha convertido en un mandatario sumamente débil popularmente.

Sobre el punto de la responsabilidad que corresponde únicamente al individuo, es absolutamente cierto en materia penal. Lo que tenemos que tener claro es que un joven que a sus 19 años haya tenido la agilidad mental de resolverle un problema a la suegra por medio de facturas falsas o simulación de negocios para que alguien, no sabemos quién aún, se hiciera de manera ilícita con fondos públicos y que en el proceso de inmediato acudiera a su tío, el hermano del Presidente, para que “de buena fe” le resolviera dicha gestión, nos tiene que hacer pensar qué ejemplos habrá visto porque eso no se aprende viendo caricaturas o “moralejas” en la televisión.

Este es un tema delicado porque las prácticas oscuras se asumen como “normales”. En nuestra sociedad se justifica ese tipo de negocios y engaños. Ya vimos la nueva mentira entre el vocero Hiemann, el mismo hermano Sammy y el Presidente del Crédito Hipotecario Nacional, quienes no se ponen de acuerdo en qué gestión hacían todos en ese banco.

Y poco ayuda la explicación del abogado del tío y el sobrino, quien afirma que alguien maliciosamente se sacó de la manga este caso para hacerle daño al Presidente, lanzando un dardo, ese sí malicioso, al Ministerio Público que tenía que cumplir con su deber para investigar un señalamiento concreto y cumplir con lo que ordenó una jueza que, como todos, no tenía ni idea de quién era el señor Morales Marroquín.

Queda flotando en el aire cómo el joven sabía que su tío podía conseguir con absoluta facilidad facturas falsas para, en un gesto amoroso, ofrecerle una salida a sus presuntos suegros. Y todo se complica cuando uno ve la frialdad con el que el Presidente “¿Ni corrupto, ni ladrón?” le tiró la chamarra de la impunidad a Melgar Padilla para evitar el avance de investigaciones en su contra.

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