María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

El histórico Diferendo Territorial, Insular y Marítimo entre la República de Guatemala y Belice, pareciera estar cada vez más lejos de ser solucionado. Con el pasar del tiempo, y a pesar de los esfuerzos diplomáticos que han llevado a cabo ambas naciones y organismos que han fungido como mediadores, no nos hemos acercado al encuentro de una solución definitiva. Por el contrario, cada vez se acentúan más las diferencias entre una nación y otra, y las posibilidades de lograr finalmente el desenlace de tan nociva problemática se ve cada vez más lejos.

El pasado 20 de abril fue noticia el asesinato de un menor de edad guatemalteco en manos de soldados beliceños, hecho que indignó no solo a los guatemaltecos sino a personas alrededor del mundo que se solidarizaron con nosotros, uniéndose a nuestro duelo y enorme preocupación porque actos similares pudieran suscitarse nuevamente, dejando a más compatriotas como víctimas de un conflicto iniciado hace ya mucho tiempo.

Con el informe de la investigación presentado por la Organización de Estados Americanos recientemente, a los guatemaltecos nos queda un mal sabor de boca pues esperábamos imparcialidad de dicha organización, quien ha jugado un papel preponderante en la búsqueda reciente del camino hacia la solución del Diferendo.

Lo lamentable es que con hechos como el recientemente acontecido, las poblaciones que debieran tender al acercamiento ven alimentada la semilla de odio que desde pequeños es sembrada en nosotros, en lugar de humanizarnos y solidarizarnos los unos con los otros. No nos damos cuenta de que los pobladores de ambos países no somos más que víctimas que estamos pagando por un malentendido que no es culpa nuestra, y que si bien es cierto, en un principio indudablemente teníamos la razón, ahora es demasiado tarde para intentar tomar un curso distinto al actual.

Como guatemalteca me siento agraviada por la escueta explicación brindada por la OEA pues denota parcialidad y conlleva hasta cierto punto a que el caso quede impune. No se trata de una cuestión de soberanía, pues el menor y sus familiares no representaban una amenaza para las fuerzas armadas de Belice ni para el resguardo territorial, no por eso es aceptable la violación de las fronteras de un país ni acceder a este sin el permiso respectivo, sin embargo, las medidas tomadas por los soldados del hermano país beliceño fueron excesivas.

El caso es complejo y la contaminación de la escena en la que se suscitó el hecho es uno de los factores que continúa causando duda sobre lo que realmente sucedió. De igual forma, el haber tomado como fuente de investigación únicamente los relatos de integrantes de las Fuerzas Armadas de Belice y otros testigos de ese país le resta credibilidad al resultado y causa malestar entre los guatemaltecos.

Esto no hace más que poner en evidencia la inminente necesidad de resolver el diferendo mencionado, la definición definitiva de las fronteras, y la normalización de las relaciones entre ambos países evitaría que hechos similares vuelvan a repetirse. No es cuestión de nacionalismos, es cuestión de humanidad, los guatemaltecos debemos insistir en que esta problemática llegue a su fin y con ella una legendaria enemistad que no ha hecho más que cobrar vidas inocentes para justificarse.

Artículo anteriorDicen que en la era del cambio, Torres es la opción…
Artículo siguientePérdida de responsabilidad