Oscar Clemente Marroquín
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Pero no se puede negar que la agenda la van fijando las grandes potencias y por ello es que el discurso de ayer del Presidente Obama fue seguido por los asambleístas con mucho interés porque se centró en el tema de los ataques terroristas y el florecimiento de organizaciones radicales que ponen en peligro la paz mundial y la vida de muchas personas. Luego de la forma en que se ha degollado en macabras transmisiones de video a varios rehenes occidentales, existe una clarísima conciencia de la clase de peligro que significa ese exacerbado terrorismo que demuestra a los norteamericanos que se sigue luchando contra los mismos fantasmas que habían antes y después del 11 de septiembre del 2001, cuando sucedió el ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono, además del avión derribado en Pennsylvania.

El Presidente pidió el apoyo de la comunidad internacional para que no sea su país el que tiene que jugar el eterno papel de gendarme de los valores occidentales como ha ocurrido hasta ahora, situación que los ha llevado a cometer en muchas ocasiones acoso contra otras culturas y países soberanos al punto de que se puede hablar de un tipo de bullying entre Estados. Y en buena medida pone a prueba por enésima vez al sistema mismo de Naciones Unidas porque en buena medida el Consejo de Seguridad se ha convertido en un ente inoperante por la incapacidad de los países que tienen veto para alcanzar acuerdos cuando están en juego intereses geopolíticos o ideológicos entre ellos.

El terrorismo tiene características que lo convierten en uno de los peligros mayores para la humanidad por las dificultades que entraña su forma de actuar que lo convierte en impredecible e incontrolable. Obama se encuentra viviendo momentos muy duros por este tema, no sólo porque compromete la seguridad de los norteamericanos, sino porque los republicanos han utilizado el tema para llevar agua a su molino político, cuestionando todo lo que hace o deja de hacer la Casa Blanca y en el seno de Naciones Unidas no podrá encontrar suficientes respaldos porque se mantiene enorme suspicacia sobre el papel de Estados Unidos como líder mundial.

Las redes del terrorismo se extienden fácilmente y no existe un instrumento eficaz para atajarlo. Hoy los republicanos piden nuevamente el envío de tropas, mismo que ya se mostró fracasado con el caso de Irak y Afganistán, pero indudablemente que los terroristas tienen contra la pared a la administración norteamericana que, haga lo que haga, la tiene muy difícil ante el escurridizo enemigo que es esa nueva forma de lucha basada principalmente en el terror con fundamento religioso más que ideológico.

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