Raul Molina

La potencia dominante del continente americano ha podido definir sus enemigos en el planeta –los terroristas– pero estos no florecen en tierras latinoamericanas. Además, no ha colocado a los narcotraficantes en la categoría de “enemigos”, porque cuesta diferenciar entre los “autorizados” y los otros; en vez de una “guerra” contra el crimen organizado, se prefiere utilizar policías. No se quiere detener el flujo de la droga, sino que mantener su alto precio. Así, se ha venido instalando con Obama el concepto de que los “enemigos” son las y los migrantes (por ello, la popularidad de Trump). Se considera que cualquier medio vale para el fin de rechazar a los “migrantes del sur”. Cada día se introducen nuevos conceptos violatorios de los derechos humanos contra la migración, como el “fraude migratorio”, la responsabilidad legal de los padres de familia que permiten la migración no acompañada de menores y medidas legales para asociar la migración no documentada con la “trata de personas” y el crimen organizado. Se usa y abusa de la migración centroamericana –dictada por el hambre, las carencias y la miseria– para incrementar la criminalización de los “pobres” de Centroamérica.

La estrategia es global e integral, aunque la dirigencia se vea obligada a negociar con opositores más tradicionales. No le agrada, en absoluto, que El Salvador sea gobernado por el FMLN; pero mientras Sánchez le siga la corriente, al punto de “declarar la guerra” a las pandillas, Washington dejará de desestabilizarlo. De igual manera, pareciera no importarle la orientación cada día más dictatorial de Ortega en Nicaragua, en tanto “la muralla” migratoria, como dice Sergio Ramírez, se erige en el Río San Juan, entre Nicaragua y Costa Rica. Los efectos de esta política bipartidista de Estados Unidos son inmediatos y agudos en los subdesarrollados sistemas políticos de Centroamérica. En Guatemala, se quiere aprovechar la discusión del Código Migratorio nacional, para limitar derechos civiles y políticos. Diputados reaccionarios quieren castigar con expulsión inmediata a extranjeros que se atrevan a expresar opiniones políticas y se inclinan por establecer la categoría de no-ciudadano o ciudadano de segunda clase. Otras acciones recientes llevan el sello de origen en EE. UU. Circula un comunicado suscrito por “Redes de la Diáspora Guatemalteca” que abogan por una Conamigua dócil a EE. UU., que establezca la “obediencia ciega” como cultura de las y los guatemaltecos residentes en ese país y que respalde, sin cuestionamientos, la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica. Posiblemente el documento no fue escrito en el Departamento de Estado; pero luce como que fue puesto en las redes sociales por la CIA. La migración centroamericana se usa como excusa para la expansión imperial en Mesoamérica. Las acciones antinmigrantes dan marcha atrás a la doctrina de los derechos humanos en el mundo entero, negando que la migración sea un derecho. Nos toca luchar contra un nuevo engendro de dominación estadounidense. Nosotros tampoco quisiéramos la migración centroamericana; pero esa se impide con desarrollo y no con represión.

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