Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

El alcoholismo es una de las peores situaciones que le puede tocar vivir al ser humano porque es una condición en la que se pierde el control al consumir licor. El alcohólico no tiene otra que cortar absolutamente todo lo que tiene que ver con el trago.

Pero si a esa persona, que ya aceptó que tiene un problema que desea enfrentar, cuando llega a pedir ayuda le dicen que no se preocupe, que lo único que le hace mal es el ron y que por ende, basta con que se elimine ese tipo de licor, nunca saldrá de su problema porque le pasará lo mismo con el whisky, el vodka, el gin o la cerveza, dado que el problema no es la clase de trago sino el trago mismo.

Y traigo esto a colación porque nuestro país es como un alcohólico que tiene problemas, pero al que las autoridades (para seguir la orgía de corrupción e impunidad) y la sociedad (algunos para ser parte de la orgía y otros por indiferencia) le dicen que no hay tal problema y que en todo caso, si lo hubiera, basta con que hagamos unos “ajustes” tan cosméticos como quitarle el ron a quien está en problemas para resolver el problema.

Guatemala tiene un serio problema porque somos un Estado Fallido, en concepto y en la práctica, pero no le hemos querido entrar el problema y de esa manera será imposible salir adelante.

Por eso es que yo me he opuesto a los parches (ley electoral, ley orgánica del Congreso, reformas a la SAT, ley de compras y contrataciones y ahora la reforma fiscal) porque lo que han hecho es aparentar que se hace algo cuando en realidad eso no cambia el fondo de los problemas.

Esas leyes (pasadas a medias y diciendo que peor es nada) es como decirle a un alcohólico que se quiten las cubas libres pero que solo tome micheladas y que con eso estará nítido. Si se hace eso, el problema persiste y eso, justamente, es lo que ocurre con Guatemala.

Créame, estimado lector, todo cambio es difícil y las reformas no son sencillas, pero son posibles cuando existe la voluntad de una sociedad que decide cambiar y por ende forzar a su clase política a que atienda el clamor, pero lo malo es que como colectivo social no atinamos a dar en esa tecla.

Los cínicos defensores del status quo nos dicen que lo que digo arriba es imposible, que debemos ir paso a paso, encima de todo con parches que solo consagran al sistema y eso ha bastado para que como ciudadanos nos demos por satisfechos al ver que Pérez y Baldetti están en prisión y no amanecimos con Baldizón o Torres como Presidente.

Si no entendemos la dimensión de nuestros problemas nunca podremos atrevernos a buscar las soluciones; si no entendemos los retos que tenemos nunca podremos luchar por las soluciones que liberen al sistema que hoy termina siendo una camisa de fuerza porque con tal de “no tocarlo mucho”, nos tiene amarrados y quietos, tal y como quieren los que defienden al sistema porque es su fuente de negocios.

Si usted no entiende que con parches no podremos construir una Guatemala más justa, incluyente y generadora de oportunidades, no tenemos futuro, igual que un alcohólico que lo seguirá siendo siempre a menos que reconozca el problema, se quite todo el trago y esté dispuesto a luchar por su vida.

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