Nueva York
DPA
Donald Trump habla a menudo sobre la necesidad de que haya más justicia en el pago de impuestos, pero cuánto abona al fisco el candidato republicano a la Presidencia es un misterio.
Hasta ahora no ha dado a conocer su declaración de impuestos, pese a todas las críticas y a la presión que implica que su rival demócrata, Hillary Clinton, sí lo haya hecho, como es tradición en la campaña estadounidense.
El hombre que no dice una frase sobre Clinton sin añadirle el calificativo de «crooked» (deshonesta), podría tener motivos para su discreción. Al menos en base a investigaciones del «New York Times» que consideran que es posible que el magnate inmobiliario y estrella de la televisión no pague impuestos.
Hace unos días, Trump prometió a los ciudadanos que si gana habrá masivas rebajas fiscales. «Para muchos trabajadores estadounidenses la tasa de impuestos será cero», anunció el lunes en un discurso en Detroit.
Y cero es una cifra que los expertos consideran que también podría ser la que paga el millonario. «Sería posible y legal que Donald Trump pagara un impuesto a las ganancias muy bajo o incluso ninguno», aseguró el asesor fiscal Len Green en el «New York Times».
¿Pero cómo es posible que un empresario con un patrimonio estimado por él mismo en más de 10 mil millones de dólares no pague impuestos? Como gestor inmobiliario, Trump se beneficia de rebajas que son de las más generosas en el sistema fiscal estadounidense.
Es habitual que los lobos de la construcción no paguen pese a tener ingresos de cientos de millones de dólares, se indica en el artículo. El sector es «tristemente célebre» por deducciones de impuestos, cita el medio a Steven M. Rosenthal, un abogado especializado en derecho fiscal del Tax Policy Center.
Como inversor inmobiliario, en Estados Unidos es posible deducirse inmensos gastos en concepto de amortizaciones, tasas de interés o costes operativos. Con ello, empresarios como Trump pueden hacer aparecer en el papel pérdidas que rebajan la cantidad de impuestos a pagar por sus beneficios.
A ello se suma que los constructores tienen mucha capacidad de maniobra a la hora de brindar datos y que financian sus proyectos a menudo contrayendo deuda, algo que también pueden hacer aparecer ante las autoridades fiscales como motivo de deducción. El hecho de que sigan existiendo estos enormes agujeros en la legislación impositiva se debe al inmenso poder del lobby de la industria.
Las últimas declaraciones de la renta conocidas de Trump son de los años 70. Y muestran, según el «New York Times», que en 1978 y 1979 no pagó impuesto alguno a nivel federal y en los años anteriores muy poco. Qué es lo que pasa en la actualidad es algo que solamente se puede conjeturar, porque Trump se niega a ser transparente. Y a cumplir con la tradición de que todos los candidatos a la Presidencia publiquen su declaración de la renta. Al principio, el candidato se lo pensó, pero después decidió que son datos que a nadie le importan.
El hecho de que Clinton sí lo haya hecho aumenta la presión sobre Trump. Según los datos disponibles, la candidata demócrata ingresó junto con su marido en 2015 en total 10,6 millones de dólares. El matrimonio pagó un 34,2 por ciento de impuestos, un 43,2 por ciento si se añaden las tasas estatales además de las federales. «¿Qué tiene que ocultar Trump?» se preguntó desde su campaña tras publicar los números.
Es posible que Trump aún recuerde la ola de indignación que generó Mitt Romney -el candidato republicano en las anteriores elecciones hace cuatro años- al dar a conocer su declaración de la renta. Con un porcentaje de un 14 por ciento de carga fiscal, Romney se convirtió en la encarnación de la élite financiera privilegiada.