Es lógico que la sociedad y sus integrantes se mantengan observantes y críticos de la gestión política y la función de las instituciones del Estado porque rara vez habrá satisfacción sobre el rumbo de un país.
Muchas veces, ya sea por pura ambición o por un verdadero sentimiento de querer hacer las cosas, hay ciudadanos que se involucran en política con la intención de ser ellos los que representen el tan usado eslogan de campaña de cambiar el rumbo del país a partir del Gobierno.
Sin embargo termina siendo una irresponsabilidad absoluta cuando una sociedad se deja llevar por quien, sin el menor empacho, muestra ante la población su descaro, su abismal desconocimiento y su ambición de poder.
La sociedad como tal termina siendo más irresponsable que ese que juega con las necesidades de tantos ciudadanos porque entre el mar de torpeza no encuentra una sola forma lógica de encaminar a un país sino que por medio del populismo, los dichos “simpáticos”, las historietas y querer jugar rol de valientes, duermen a los electores con una especie de opio que los mueve a votar por el “distinto”.
Por supuesto, también están los de la vieja política que son una partida de aprovechados de las necesidades de la población y que saben utilizar dichas necesidades en la estructura de su mensaje para generar esa ilusión que se refleje en el voto aunque después venga el gran fraude en el ejercicio del poder.
Uno podría ser crítico de la selección nacional de futbol, pero sería una irresponsabilidad que uno quiera jugar de delantero centro en las eliminatorias mundialistas si no tiene la más mínima capacidad de dicha especie deportiva. Mejor sería buscar otras formas de apoyar en lugar de querer ser protagonista sin saber de qué se trata y terminar de ayudar a hundir lo que no funciona.
Pues lo mismo pasa con estos ignorantes que se meten a política y que, para colmo, terminan siendo apoyados por los electores que encuentran en sus irresponsables actitudes algo “gracioso”. Lo triste es que esas “gracias” no sacan a la gente de la pobreza ni al Estado de la amenaza que genera la inseguridad.
Y aunque todo esto pudiera ser una crítica a nuestro Presidente o a nuestro alcalde y, seguro, a nuestra sociedad, nos parece que la campaña electoral en Estados Unidos nos debe servir como el reflejo de una masa electoral que vota muchas veces por quien dice las estupideces más grandes sin aportar más que odio. Donald Trump nos está detallando como son de “simpáticos” algunos de nuestros líderes y de irresponsables los pueblos como sociedad.