Oscar Clemente Marroquín
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El tema de una reforma fiscal, que en realidad parece resumirse en una especie de contrarreforma para dejar sin efecto a toda marcha el mamarracho impulsado por el gobierno de Pérez Molina, también hecho a la carrera, aviva el debate sobre la calidad del gasto porque sigue siendo un argumento que saldrá a luz cada vez que se hable de la necesidad de más recursos para fortalecer las finanzas públicas.
Y es que no se observa una política vigorosa del Ejecutivo para modificar el sistema actual que ha sido diseñado para facilitar el enriquecimiento ilícito de funcionarios de todo nivel y categoría. Para empezar, allí sigue sentado en la Contraloría de Cuentas el mismo Contralor que apañó celosamente los negocios en tiempos de los Colom-Torres y que volvió como aquella, con más ganas, hasta que la CICIG y el Ministerio Público emprendieron la barrida contra los corruptos haciendo que Mencos adoptara la pose de preocupado por el saqueo inmisericorde a que se ha sometido al Estado. Ni siquiera las escuchas telefónicas que mostraron cómo andaba rogándole al todopoderoso Monzón que le hiciera culas han servido para que salga de su reducto en la Contraloría.
Cuando uno va en el carro escuchando los debates sobre la reforma fiscal y las necesidades de recurso para inversión pública y de pronto lo paran los motoristas para que pase la exagerada caravana del vicepresidente Jafeth Cabrera que sale de su casa en La Cañada a bordo de una lujosa camioneta blindada Cadillac Escalade, piensa si realmente un Estado capaz de proporcionar tal clase de lujos a alguien simplemente porque le sonó la flauta en una apuesta política, va a utilizar adecuadamente el producto de una mayor contribución de los ciudadanos.
Y en el curso del programa radial se habla de los logros del gobierno en materia fiscal que le han permitido terminar con la política de contención del gasto y liberan las arcas para que los distintos ministerios puedan hacer mangas y capirotes con los recursos asignados por una mañosa comisión de finanzas en el Congreso que pensó en todo, menos en las necesidades de la población.
Yo soy de los que sienten vergüenza cuando al leer los indicadores mundiales de desarrollo humano aparecemos tan relegados y, buscando explicaciones, vemos que Guatemala es, entre los países del mundo, uno de los que menos recursos tiene, en relación al Producto Interno Bruto, para atender las necesidades de su gente. Pero honestamente hablando, me da vergüenza también pensar que una reforma fiscal centrada en incrementar los tributos pueda servir para que nuestros funcionarios pasen a mejor vida. Y se me viene a la mente la figura del expresidente José Mujica, solíto en su viejo escarabajo Volkswagen, y de la vergüenza paso a la rabia por la forma en que a los ciudadanos nos ven la cara de pendejos los políticos en nuestro país, sin un ápice de comprensión de lo que significa el servicio y de la necesidad de transformar el modelo para acabar con prácticas tan indignas y repugnantes.