Tras los asesinatos en la Granja Penal de Pavón del día lunes, donde perdió la vida el militar Byron Lima Oliva, se inició una nueva discusión sobre lo que todos hemos sabido y lo que no se ha querido resolver: que el Sistema Penitenciario es un desastre que no cumple su función y que más que una bomba de tiempo que está a punto de estallar, es un polvorín que se la pasa explotando permanentemente.

La única diferencia entre esta semana y otras, ha sido que el nombre del fallecido y la forma en que fue ejecutada la operación lo que atrae mucha más atención de la población que cuando es uno de los pandilleros asesinados sin que haya sorpresa o condena social.

Sin embargo es preocupante que en lugar de aceptar el problema y enfrentarlo con la seriedad del caso, los actores en el escenario político se vienen a lavar las manos o a señalar a autoridades sin considerar que lo que nos urge es una reforma profunda como política de Estado en un tema del que hemos hablado y escrito hasta el cansancio.

Por supuesto, hay que entender que la solución no es fácil ni barata y que este problema viene en un momento en que la crisis tiene sumido al Ejecutivo en áreas de tanta importancia como el sistema de salud, la educación o las otras necesidades de la seguridad y la justicia.

Sin embargo, cada día sin enfrentar el problema, será más complicado de poder resolverlo. Ayer, los exministros Adela Torrebiarte y Francisco Jiménez fueron muy talentosos analistas en un programa de radio sobre el papel de las autoridades actuales de Gobernación. Lamentablemente en ningún momento dijeron “nosotros estuvimos ahí y fracasamos en hacer todo lo que estamos sugiriendo”. Y es lo mismo con exdirectores de presidios que participaron en ejecuciones de reos o las que hicieron fiestas para los mareros y que ahora vienen a criticar lo que otros hacen.

Tratar solo de lavarse las manos sobre la situación, nos va a mantener a todos como los afectados del caos con que se vive en los presidios. Porque al final, se empezó a hablar de lo “feo” de las cárceles cuando un grupo de políticos y empresarios tenían que vivir incómodos en Mariscal Zavala. Pero pocos saben el verdadero infierno que se puede vivir dentro de uno de los otros centros penales, ya sea preventivo o de cumplimiento de condena, en donde cualquier recluso termina siendo esclavizado por las estructuras criminales que ejercen el control real. Repetimos, no ayuda lavarse las manos, urge trabajar en las soluciones.

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