Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

No hay un solo guatemalteco que no ande con la camisa levantada. Es tanta la inseguridad, que ni en nuestro propio hogar estamos tranquilos porque las autoridades no inspiran la más mínima confianza para combatirla eficazmente, peor aún para que puedan ganar la solapada guerra que se vive en nuestras calles entre las maras compuestas con todo tipo de desalmados delincuentes y las fuerzas civiles y militares dizque combinadamente. De cara a las circunstancias, nos aseguran estar haciendo las cosas bien y que mañana lo harán mucho mejor, sin embargo, todos los días, cuando ni siquiera han dado las ocho de la mañana, se vienen produciendo los hechos de sangre y se mantienen todo el día hasta finalizar la noche con largo listado de muertos, heridos, daños y perjuicios causados a la propiedad que suman miles, si no, millones de quetzales.

No hace mucho, vimos al presidente Jimmy Morales luciendo la banda presidencial, con el bastón de mando debajo del brazo. Seguramente se habrá sentido muy guapo y de al pelo para pasar revista a las fuerzas armadas del país y mientras tanto, este aprendiz de escribiente viéndolo por la tele se preguntaba ¿acaso creerá que a esto se le llama gobernar? No, que va. Todo ello será bueno para la foto del álbum de recuerdos que seguramente miembros de su familia ya le están armando, al igual que los videos en donde se le veía de militar haciendo gracejadas con la “tropa loca” pero, cuando se trata de la vida que tanta gente está perdiendo a diario en más de cincuenta ataques al transporte colectivo que se han consumado en lo que va del año, los objetivos a perseguir son muy distintos.

Como ciudadano de a pie, con millones de mis conciudadanos, quisiéramos ver a un presidente que, aunque no tenga mayor experiencia política ni de combate a la delincuencia, pero sí como graduado universitario en administración de empresas, pudiera sostener una o miles de reuniones de ahora en adelante para definir con precisión el objetivo de combatir a la delincuencia eficazmente; llamar a todas las ramas profesionales que tiene a montones a su disposición en la enorme administración pública, fueran abogados, policías, criminólogos, militares, civiles, ingenieros y cuántos más se le puedan ocurrir para iniciar, lo más pronto posible, un ataque frontal, estratégico, contundente y definitivo para lograr en menos de treinta días el exterminio de las fuerzas que la delincuencia ha venido organizando a través de tantos años, por causa de la inutilidad, ineficiencia, desinterés o contubernio de los gobiernos anteriores causantes, sin lugar a dudas, del caos que ahora estamos viviendo.

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