René Leiva

Lo importante no es hablar más que otros sino callar mejor que otros.
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No hay más embriaguez que en la realidad; fuera de ella todo es vulgar borrachera.
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Si Caín hubiera sido un genuino malvado no habría cometido homicidio sino suicidio.
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Muchas acongojadas generaciones desfilan en los funerales de doña letra muerta.
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Da la impresión de que el niño precoz está precocido.
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Esos recuerdos repentinos, cuando el olvido se pone nostálgico.
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En el diálogo, los mismos oídos son entrada y salida de todo lo dicho.
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¿Quién ocupa mi propio espacio mientras me pongo en el lugar de otro?
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Quien quiera ponerse en mi lugar debe perseguirme sin tregua, esperar mi cansancio, a que desfallezca, aprovechar mi último aliento, resignarse a ser enterrado conmigo.
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El teléfono, por fin, dejó de sonar. Contesto.
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Sólo los animales y las plantas son absolutamente objetivos, sobre todo consigo mismos.
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El consejo es la pastilla; el desprecio es el agua.
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Ante su fracaso de ser humano, con humanidad y humanismo, el hombre deviene en máquina. O en pieza desechable de su propia maquinaria.
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En los muchos cementerios de la letra muerta el tiempo tacha los epitafios.
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Me gustan los libros de carne y hueso, únicos que conozco, sentir su pulso, sus latidos, temperatura, tics, parpadeos, los sonidos de su digestión…
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Una niñez feliz pudo ser un barco de papel que aún regresa con la lluvia, aunque no llueva.
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Arrastrarse, morder, ser venenosa, cambiar de piel también son características de la serpiente.
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La mujer de mis sueños generalmente duerme en otra almohada.
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Un gusano es arrastrado vivo hasta el hormiguero. ¿Sabrá que ya ha muerto?

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