Adolfo Mazariegos
Había pensado concluir hoy con la breve serie de artículos dedicados a «La democracia inalcanzada» cuya publicación inicié hace algunas semanas en este mismo espacio. Sin embargo, han sucedido en los recién pasados días, situaciones que de verdad, además de ser lamentables, producen desconcierto, incredulidad a veces, e indignación. Se me ha hecho imposible, por tanto, no comentar brevemente algunas:
Dando a luz en la calle. Leí hace poco la noticia de que una adolescente, de 16 años, dio a luz a su bebé en la acera, a las afueras del Hospital de Salamá (Baja Verapaz). No sólo lamenté que ocurriera, sino que no dejé de sentir esa indignación que seguramente compartirán muchos guatemaltecos y guatemaltecas que, además de vivir con zozobra y expectativas incumplidas, ven que a pesar de estar en pleno siglo XXI, el atraso y la negligencia siguen siendo en Guatemala pan de cada día. ¡Triste! ¡Lamentable!
Las calcomanías del diputado. En distintos medios escritos y de televisión circularon imágenes de la calcomanía que estuvo obsequiando un diputado al Congreso de la República, con el objetivo (según él mismo indicó) de dignificar a dicho organismo de Estado. Esto quizá no hubiera sido visto ni como bueno ni como malo, de no ser por el detalle del que se ha sabido posteriormente (también en los medios) de que las calcomanías en mención han sido pagadas con fondos públicos. Me pregunto, ¿es así como se quiere dignificar el Congreso?
Una «pequeña» diferencia. He escuchado reiteradamente en distintos medios de comunicación (difusión), de boca de distintos congresistas, que, según ellos, la presente legislatura ha sido la que mejor ha trabajado porque han aprobado, en lo que va del año, más leyes que las que aprobó la legislatura anterior en todo el período de cuatro años. Nada más lejos de la verdad. Existe una «pequeña» diferencia entre aprobar cualquier cosa, y aprobar verdaderas leyes de beneficio colectivo (nacional). Y en ese sentido tiene mucha razón el dicho popular que sabiamente indica: no es lo mismo cantidad, que calidad.
Invitación a FILGUA. Desde 1989 existe en Guatemala una Ley de fomento del libro, que a decir verdad, de nada ha servido. Hoy día las instituciones de Estado ni fomentan el libro guatemalteco ni manifiestan interés en ello. El Ministerio de Educación (por ejemplo), que debiera hacerlo, no se ha preocupado siquiera por revisar el sistema educativo vigente: a todas luces anacrónico y descontextualizado. Seguro estoy que la mayoría de estudiantes de primaria y secundaria de este país desconocen nombres como César Brañas, Flavio Herrera o Monteforte Toledo. Y no digamos grandes de actualidad como Rodrigo Rey Rosa, Gerardo Guinea Diez, Arturo Arias, Javier Payeras, y otros geniales autores que hoy día dan brillo a las letras guatemaltecas. Por ello, si tenemos la oportunidad, pasemos un momento por FILGUA 2016.