Marco Tulio Trejo Paiz

Contrariamente a lo que ocurre en otros países, entre ellos Estados Unidos e Inglaterra, el sindicalismo guatemalteco está realizando acciones nada positivas contra el empresariado.

Ejemplifiquemos en volandas: El negativismo se expresa en diferentes aspectos. En vez de construir, se está afectando seriamente a las empresas y, así, se cierran a piedra y lodo las fuentes de trabajo contra los laborantes que se encuentran rumiando las amarguras de la cesantía.

Las medidas de hecho taponan las fuentes de empleo y, entonces, se provocan dificultades que hacen virtualmente imposibles las oportunidades de normalizar la situación mejorando las buenas relaciones entre patronos y laborantes.

Durante los grandes desfiles de mayo en los ya lejanos días de los regímenes gubernamentales de la malograda Revolución democrática del 20 de Octubre de 1944 se hacían planteamientos diversos, orientados a resolver los problemas de los trabajadores, y esos planteamientos suscitaban diálogos positivos y beneficiosos, pero ahora las cosas han cambiado y, en lugar de resolver los problemas se cometen abusos de todo género con rachas de violencia.

Los tristemente célebres liderejos del sindicalismo son incapaces de encauzar por las vías del entendimiento a los afiliados y demás elementos cuyo único patrimonio es el salario dignificante que por lo regular anda a un nivel por debajo de la justicia y de lo legal.

Esos bloqueos de las vías de acceso en la extensión de este valle de lágrimas y de “lagrimitas” que tienen desplumada a la cacaraqueante gallina de los huevos de oro, son altamente lesivos a la población, porque impiden durante horas y días enteros la entrada de vehículos que vuelcan en el mercado los productos alimentarios de la colectividad y, por añadidura, también obstaculizan el ingreso a nuestra flamante metrópoli capitalina a los hombres y a las mujeres que prestan aquí sus servicios en entes oficiales y de la llamada iniciativa privada.

Es necesario y urgente que al sindicalismo lo lideren personas capaces, sensatas, ajenas a la corrupta politiquería y con amor de patria, dice desgañitándose el empobrecido e indignado Juan Pueblo.

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