Fernando Mollinedo C.

La golosina, en términos generales, es un comestible de consumo agradable que satisface el gusto, pero no tiene nutrientes, vitaminas o elemento alguno favorable a la digestión, crecimiento y/o desarrollo del ser humano; es decir, no son alimentos.

Golosina significa: “Manjar delicado, generalmente dulce, que sirve más para el gusto que para el sustento. Deseo o apetito de una cosa más agradable que útil cuyo único valor nutritivo es el azúcar (u otros carbohidratos) o grasa, escaso o nulo en proteínas, vitaminas y minerales.

En Guatemala y en el mundo, siempre han existido las golosinas; su consumo en exceso es mal hábito principalmente en los niños, puede desencadenar problemas de salud como obesidad, diabetes, caries e incluso anemia, debido a que rara vez aporta hierro y ocasiona pérdida de apetito por los alimentos nutritivos.

Pasteles, chicles, chocolates, caramelos, melcochas, chupetes, alborotos, garapiñadas, canillitas de leche, higos, chilacayotes, mazapanes, gelatinas, gomitas, zapotillos, botellitas azucaradas y otros se catalogan como golosinas que siempre nos han gustado y por su sabor y exquisitez se siguen consumiendo.

SIN EMBARGO… el comercio internacional mexicano y asiático “se comió” a las fábricas de golosinas en Guatemala y dispuso a vista y paciencia de las autoridades del Ministerio de Economía, subir precios y rebajar calidad y cantidad de los productos. Esto sucede en este país donde todo es posible en materia de chanchullerías a cambio de un módico pago a la corrupta autoridad, no importando la salud de la población como uno de los bienes jurídicos tutelados por el Estado.

Las bolsas repletas de aire con un contenido del 40% de producto se venden al precio de un 100% cual si estuviera llena; es decir, que se cobra el total del precio, pero en realidad lo que venden es un 40%. La conducta, acto y/o acción anterior está tipificada como delito en el artículo 264 numeral 23 del Código Penal como caso especial de estafa.

Otra consideración al respecto es el peligro que esta clase de productos representa para los consumidores infantiles, quienes en forma compulsiva y con el atractivo de colores, formas y tamaños así como de las promociones, dibujitos, juguetitos plásticos sorpresa, colección de estampas u otras argucias publicitarias para su compra, se sienten compelidos a comprar sin tener conciencia del daño al organismo. Eso nos hace pensar en: ¿Quién controla la calidad de las golosinas importadas que se consumen en el país? ¿En realidad existen controles para el efecto? ¿Seguirán envenenándonos con la venia de las autoridades?

El Ministerio de Educación prohibió, hace unos diez años más o menos, la venta de tales galguerías o chucherías en las tiendas escolares o casetas instaladas dentro de los centros educativos. Por algo fue.

En Guatemala hubo fábricas de golosinas: La Grecia de Mario Papahiú ubicada en la 20 calle y 1ª. avenida; Dulces Venus, frente a la iglesia de San José, Dulces Zaror, Dulcería Peter Pan (la de los chicles moneda), Dulces La Gloria, cerca de la iglesia de La Merced, Dulces Doña María Gordillo en la Antigua Guatemala y Asiole de Amatitlán.

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