Por Cecilia Caminos
Nueva Jersey ,
Agencia dpa
En absoluto silencio, con los rostros compungidos y la mirada hacia abajo, los jugadores de la selección dejaron esta madrugada Estados Unidos, devastados por una nueva derrota ante Chile en la final de la Copa América Centenario y el anuncio de la renuncia del capitán Lionel Messi.
En fila india fueron saliendo del lujoso hotel W Hoboken, en Nueva Jersey, apenas cuatro horas después de terminada la definición por penales en el monumental estadio MetLife, la tercera derrota consecutiva en una final en dos años, la segunda ante «La Roja».
«Leo no te vayas, no te vayas, sos el mejor», le suplicaron los pocos hinchas que se acercaron en la madrugada a despedirlo. Lejos había quedado el multitudinario «banderazo» con que la afición albiceleste había alentado un día antes a la selección. Ni Messi ni ningún otro jugador respondió al desesperado pedido de los fans.
Muy golpeado, Messi anunció tras el partido que «la selección se terminó».
«Ya está, la peleé mucho, lo intenté, ya son cuatro finales perdidas, lo intenté y no pude. Me duele más que a ninguno pero es evidente que no es para mí. Deseaba más que ninguno un título con la selección y no se me dio», expresó, sin titubear, al salir del vestuario. Ya se había quebrado al errar su penal.
Terminó echado sobre la cancha, hecho un bollo y con el rostro contra el césped. Luego intentó refugiarse en el banco de suplentes, pero las cámaras descubieron sin piedad su llanto desconsolado.
La renuncia, que según reveló «ya la venía pensando» y que desataría el alejamiento de varios otros jugadores más, de acuerdo con Sergio Agüero, fue determinante y hasta sorprendió al propio cuerpo técnico.
«Me enteré hace 20 minutos cuando prendí el teléfono celular, si nadie habló una palabra en el viaje desde el estadio, sólo se escuchaba a alguno llorando. Fue un golpe tremendo», reveló uno de sus integrantes en la madrugada de Hoboken.
Ya el vestuario del MetLife fue un escenario de desolación. «Nos bañamos todos en silencio, nadie tenía nada para decir», expresó el defensor central Nicolás Otamendi, quien junto con el arquero Sergio Romero buscaron relativizar la decisión de Messi al señalar que fue tomada «en caliente».
Pero el propio técnico Gerardo Martino aseguró que «es un dolor demasiado grande» lo que vivieron sus jugadores. Y lo dijo cuando aún no se conocía la renuncia de Messi.
La imponente vista del río Hudson y de fondo Manhattan iluminada fueron testigos de una de las noches más tristes para Argentina. Nadie intentó escapar por una puerta lateral, a escondidas. Valija en mano, uno a uno fueron pasando hacia los dos autobuses previstos por la organización por un pasillo en el que por un lado había unos 25 hinchas que alentaban a los futbolistas y por otro aguardaban unos 40 periodistas una palabra que nunca llegó.
Algunos jugadores, como Augusto Fernández y Romero, se quedaron en Nueva Jersey con sus familias y protagonizaron una desgarradora despedida en la acera del hotel.
En cambio, el delantero Gonzalo Higuaín, uno de los más dolidos tras fallar una nueva ocasión de convertir un gol en una final, ni siquiera se asomó a la puerta.
Muy fuerte resultó la imagen de Romero, que abrazó con emoción a uno por uno de sus compañeros, antes de volver cabizbajo a su habitación. Había logrado atajarle el primer penal a Arturo Vidal, pero no fue suficiente. Esta vez no pudo convertirse en héroe como hace dos años en la semifinal ante Holanda en el Mundial 2014 le había pedido Javier Mascherano, otro de los referentes de la selección que podría cerrar su ciclo.