Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt
La grieta que abrió el caso “Cooptación del Estado” está creciendo cada día más y dividiendo opiniones sobre la forma en que se imparte la justicia y se aplica el principio de presunción de inocencia, garantizado por la Constitución, pero creo que este paradigmático caso de corrupción debería dar lugar a discusiones mucho más profundas sobre el comportamiento de la sociedad guatemalteca frente a la transparencia.
Por supuesto que las prácticas de los políticos, empresarios y particulares envueltos en esta y otras causas pasan por un escrutinio público, de manera particular porque manejan recursos que al final son de los guatemaltecos y no de ellos y como tal, obligados a la rendición de cuentas; pero todos también deberíamos hacer un autoexamen sobre nuestro papel para contribuir al combate a la corrupción, ya sea desde nuestra posición como empresarios, trabajadores o ciudadanos.
El estilo de vida lo es todo en estos tiempos; desde mi óptica, sé que usar ropa barata, comprar un auto usado o vivir en un apartamento sencillo no es precisamente el ideal de muchos jóvenes. Esto no lo leí en un estudio o investigación social, y es sólo un reflejo de lo que he visto en mi entorno que hasta cierto punto considero que es comprensible, porque muchas personas quieren vivir cada vez mejor. El deseo de superación es saludable y parte de la naturaleza humana.
Sin embargo, creo que esa mejora en la calidad de vida a la que muchos aspiramos sólo es aceptable si se obtiene con base al esfuerzo y el trabajo honesto, y eso requiere no sólo de discursos sobre valores y principios, sino también de su aplicación y un compromiso personal con la transparencia que se debe poner de manifiesto todos los días.
En mi caso, hace aproximadamente un mes me preguntaron qué cosas debía hacer “para poder morir” en paz, es decir, cuáles son mis principales ambiciones en la vida, y las opciones sugeridas eran realizar un viaje a un país lejano, crear una empresa propia o desarrollar un proyecto de trascendencia nacional. Desde entonces, la pregunta no deja de rondar en mi mente.
Claro que tengo metas y aspiro a lograr varios objetivos personales que me he planteado en los últimos años –que no siempre deseo compartir con otros–, pero creo que la preocupación de las personas no debería limitarse sólo a planear y cumplir con sus ambiciones, sino que además debería existir una inquietud sobre el “cómo” se materializan éstas.
En mi caso particular, una expectativa o un plan de vida puede ser, simplemente, trabajar duro para cumplir los planes que me he propuesto, pero lo que realmente me permitiría “morir en paz” es saber que no hice daño a otras personas o instituciones, y que contribuí con mi país de forma honesta. Eso, para algunos, es la respuesta de una persona sin ambiciones, pero creo es más bien un compromiso de vida que vale mucho más que la riqueza material.
Conozco a personas que han conseguido hacer crecer su capital, se jactan de ser generadores de empleos y en lo privado, se refugian en casas lujosas y autos deportivos, toman vacaciones recurrentemente y su preocupación principal son las inversiones para el futuro, y por todo eso se autodenominan “empresarios exitosos”, aunque detrás pueda existir una estela de engaños, tráfico de influencias y crímenes de alto impacto.
Espero que el tsunami del Ministerio Público y la CICIG mueva los cimientos de la sociedad, y llegue hasta la revaloración de los principios que deben regir nuestra sociedad, para que entendamos que la honestidad debe ser la principal aspiración de todos.