Roberto Lavalle,
colegiado No. 965
Parece extremadamente débil el interés de nuestra opinión pública en el no obstante famosísimo diferendo con Belice. ¿Por qué?
En primer lugar el asunto se ha arrastrado sin éxito alguno por tanto tiempo que la gente tiende a ver como humo y espejos lo propuesto para su solución. Además el sutil entramado jurídico correspondiente, parte del derecho internacional, materia difícil de conocer bien en Guatemala, no se entiende debidamente. Un fallo decisivo de la Corte Internacional de Justicia parece lejano en el tiempo, mientras que poquísimos son los que pueden atreverse a predecir su resultado. Algo que es a la vez consecuencia y causa de la perplejidad del público ante el asunto es que lo publicado al respecto por la prensa abunda en errores (muchos de ellos excusables), tonterías (inexcusables) y oscuridades, así como hablar para no decir nada. Cabe agregar que, sin sopesar si en derecho internacional existe o no la prescripción adquisitiva (cuestión sumamente alejada del entender popular), la gente talvez pueda sentir, así sea oscuramente, que no deja de haber alguna injusticia en que la población actual de Belice pague por maldades cometidas por los aristócratas británicos que en el siglo XIX controlaban las relaciones internacionales de Gran Bretaña. Esa población, no siendo, en su gran mayoría, ni siquiera europea de origen, absolutamente nada tiene que ver con esos antiguos aristócratas, pertenecientes a una clase social cuyo dominio sobre las relaciones exteriores es hoy inconcebible. ¿Será justo que, por esas maldades, que en dicho siglo las cometían todos los países europeos poderosos, esa población pierda gran parte del territorio del que goza constantemente desde que, en 1964, logró el autogobierno, y, en 1981, la independencia total? Mucho de lo que políticamente existe hoy en el mundo es fruto de injusticias, pero sin que nadie proponga cambios. Además la gente que vive en la parte del territorio guatemalteco afectada por las consecuencias del diferendo es demasiado pobre para influir en la opinión pública, cuya atención la acaparan problemas que además de su gran trascendencia, se caracterizan por las pasiones que suscitan.
Deseo modificar lo dicho en el artículo que me publicó La Hora el 6 de mayo último sobre la necesidad de suprimir el quórum de 60% aplicable a los referendos en Belice. El problema correspondiente puede eliminarse si Belice consiente en realizar su referendo antes de celebrarse la consulta popular en Guatemala. Algo que, por cierto, recalca la importancia del protocolo celebrado hace ya más de un año para eliminar la obligación de consultar simultáneamente a los dos pueblos. Pero que aún no ha sido ratificado por ninguna de las dos legislaturas.