Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

En algún momento se ha dicho que en el país iba a llegar un momento crítico en el que los ciudadanos teníamos que llegar a definir posturas en torno a la Guatemala que deseamos y a cuánto estamos dispuestos a luchar por ella.

Tengo mis dudas si ese momento es ahora mismo o todavía nos falta un poco, pero estoy convencido que vamos hacia un rumbo en el que no cabrán los grises y en el que los ciudadanos tendremos que decidir entre cara o cruz, es decir, volcarnos para que las cosas cambien o ser parte de los que se atrincheran defender el sistema.

Desde la Independencia este país se ha construido por medio de acuerdos espurios en donde los vividores del momento han sabido sacar raja, y por ello es que ahora, miles de personas sienten este embate como una afrenta directa a todos aquellos que durante años han hecho las cosas a su sabor y antojo, dándole vuelta a la ley, encontrando los vericuetos necesarios, justificándose siempre en el “es que todos lo hacen” o “así se ha hecho siempre”.

Los afectados del momento, arrinconados, han sacado sus colores y eso implica que se están pintando como son, es decir, del diente al labio dicen que “sí quieren que se aplique la ley, pero…” y proliferan una retahíla de condicionantes que de darse, harían imposible aplicar la ley.

Ahora viene un momento histórico para el país, para nuestras familias y para la gente. Se avecina un momento en donde tendremos que darlo todo porque la retopada de las mafias y los poderes ocultos será brutal y hoy más que nunca está en juego nuestra capacidad de alcanzar acuerdos mínimos que nos permitan trazar la hoja de ruta de nuestro futuro.

Eso en Guatemala es de lo más difícil porque uno sabe que aquí hay muchos ladrones, mafiosos y faferos que se saben vestir de oveja cuando son unos lobos, unas aves de rapiña especialistas en meter zancadilla y en sacar raja al sistema, en dar la apariencia de que quieren cambios aunque la realidad es otra y se aprovechan de una sociedad que se traga píldoras muy fácil porque el morbo nos hace perder el juicio.

Uno a veces no entiende cómo es que teniendo más del 60% de personas en condiciones de pobreza, el clamor del cambio desde las partes rurales de Guatemala no se siente mucho, como tampoco se entiende cómo es que los conservadores hacen hasta lo imposible porque el estado actual de las cosas se mantenga propiciando que algún día se despierte al monstruo, sí, a ese pueblo que ha estado dormido.

Se vienen días difíciles para el futuro del país, pero serán días en que probaremos la fortaleza de nuestros sueños para construir un futuro mejor, se medirá la determinación de nuestros anhelos, el arraigo de nuestros principios y nuestra tolerancia o coherencia para alcanzar acuerdos.

Quienes quieren que en Guatemala siga reinando el Estado de la impunidad y corrupción se deberían topar con una enfurecida, pero determinada sociedad, que dice “ya basta”, pero que, más que somatar la mesa, atina a dar con la tecla por medio de la cual cambiemos las reglas del juego que permita la liberación de un Estado cooptado desde su independencia.

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