Año con año nos damos cuenta que el estado de las finanzas públicas no es sano y que por más que se han hecho intentos de reformas fiscales terminan siendo únicamente chapuces temporales que cubren vacíos muy de momento, pero que no llegan a permitir que Guatemala planifique a largo plazo sobre verdaderos planes de fortalecimiento institucional y desarrollo que beneficie a los ciudadanos.

Somos uno de los países con la menor carga tributaria en el mundo y terminamos quejándonos que no tenemos ni la seguridad y justicia que se necesitan en una vida en sociedad; tampoco podemos proveer al ciudadano con una educación de calidad, un sistema de salud adecuado y, mucho menos, las oportunidades para que el guatemalteco ingenioso y trabajador encuentre el camino a oportunidades de superación.

Claro que siempre está la excusa de un sistema que con tanta corrupción malgasta los tributos y por supuesto que el tema de la transparencia es pilar fundamental de un acuerdo nacional sobre inversión para el futuro. Pero ya no podemos seguir encontrando la forma para evadir el tema de una reforma fiscal real que nos permita la oportunidad de planificar con qué recursos, con quiénes y en cuánto tiempo construiremos el país que necesitamos. La calidad de gasto será siempre mala mientras no haya ese pacto que establezca controles reales y no esa payasada que hace la Contraloría General de Cuentas y el mismo Ministerio Público.

Hemos fracasado con los Acuerdos de Paz para hacer que ese alto al fuego se convirtiera en desarrollo. Y ese gran fracaso es el que ha permitido que los beneficios del Estado se mantengan concentrados en el mismo grupito de control del poder que alterna a los políticos para utilizarlos temporalmente.

Nuestra inveterada incapacidad de lograr acuerdos, de entendernos como sociedad y encontrar puntos en común, es lo que nos mantiene maniatados mientras la pobreza, la injusticia y la impunidad nos siguen exprimiendo. Un pacto social amplio y serio nos tiene que permitir asumir los compromisos que serán necesarios para salir adelante.

Mientras no rescatemos esa necesidad de hacer el gran pacto de Nación que nos permita contar con los recursos para enfrentar el hambre, generar oportunidades y garantizar seguridad y justicia a los guatemaltecos, seguiremos fracasando permanentemente. El país que muchos dicen soñar cuesta plata y es por ello que sería bueno empezar con una verdadera reforma fiscal resultado de un gran pacto de nación como el que en otros pueblos ha permitido el salto hacia el desarrollo social, económico y político.

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