La crisis en la que se encuentra el Estado no le otorga beneficios a prácticamente ningún sector del país, con excepción de quienes han sido los diseñadores y mantienen el control del permanente saqueo de los fondos del Estado por medio de la sobrevaloración, asignación de contratos anómalos de infraestructura y, en general, ese tráfico de influencias por el que hacen que los políticos les atiendan y las instituciones estén a su servicio.

Resulta que no tenemos Corte Suprema de Justicia ni Cortes de Apelaciones porque el procedimiento fue tan mal hecho que quedó en evidencia hasta en un país como el nuestro que aguanta con todo. Ya poca gente se recuerda que aún tenemos que esperar el fallo de una Corte de Constitucionalidad que actúa cual veleta según intereses muy particulares.

Pero dentro de esa misma crisis resulta que la terrible falla en la recaudación y el sostenimiento de las mismas políticas de falta de calidad del gasto más el permanente abuso del uso de los fondos públicos tanto para los contratos millonarios como para ofensivas compras de menor rango, hacen que el Estado quede totalmente desfinanciado para hacerle frente a los compromisos más básicos como el pago de la justicia, la salud y la seguridad.

Eso sí, los excesos imperdonables de algunos funcionarios que se señalan hoy, también fueron en el gobierno de la UNE y hace falta que en lugar de solo señalar, se tomen medidas que eliminen cualquier tipo de estos gastos en fiestas y comidas que nada tienen que ver con el servicio público.

Pero lo más importante es que veamos que del hoyo financiero en el que se encuentra el Estado no se saldrá solo con apagar el fuego que nos quema hoy. El principal problema es que el Estado se ha diseñado para generar multimillonarios a unos pocos que se vuelven esos que siempre ganan, mientras que todo el resto tiene que lidiar con los problemas estructurales que nos deja un aparato que ya no funciona por la falta de principios y la permanente vocación de muchos de hartarse del dinero ajeno.

Si algún presidente quiere dejar un legado de trascendencia, a lo que le tiene que hacer frente es a esa permanente carrera por hacerse del control de los beneficios del Estado que nos tiene en un sistema de impunidad, corrupto, sin dinero, sin resultados enfrentando los grandes problemas del país y, lo más complicado, sin esperanza dentro de la ciudadanía de encarar con energía la situación. Casi nadie gana con estas crisis, excepto los diseñadores del desmadre.

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